A pesar de encontrarnos en uno de los inviernos mas fríos de los últimos años, ya ha comenzado en emparejamiento de las perdices rojas con el que inician su ciclo reproductivo. Las parejas de perdices suelen formarse durante el mes de febrero y así se mantienen durante toda la época de reproducción. En estos días, del mes de marzo, ya están prácticamente emparejadas en su totalidad.
Uno de los problemas que puede distorsionar el normal desarrollo del proceso es la disfunción entre el número de machos y el de hembras. Los machos sueltos que queden por emparejar, bien porque son muy viejos o porque su número excede al de hembras, se muestran sumamente agresivos pudiendo llegar a destrozar los nidos y dar al traste con la puesta.
Durante los meses de abril y mayo tendrá lugar la puesta que puede constar de ocho a dieciséis huevos. Antes habrán construido el nido al abrigo de cualquier matorral o pequeño abrigo del terreno, siempre en el suelo. La incubación, que dura 23 días, la realizan tanto la hembra como el macho. Es el momento más delicado, pues los depredadores, zorros, urracas o grajos pueden localizar el nido y comerse los huevos. Si esto sucede antes de finalizar la puesta la reanudarán en otro nuevo nido, aunque el número de huevos será menor.
De igual forma, una tormenta que inunde el nido o la anegación provocada por el riego de la finca en que se asienta, cortará la incubación haciendo que se pierda la eclosión en un alto porcentaje de huevos. Los perdigones, nada más nacer, ya siguen a la madre que les llevará en busca de saltamontes chinches y pequeños insectos, mas tarde podrán consumir granos, especialmente de trigo y brotes de hierba tiernos. La pollada permanecerá junta hasta el otoño en que puede disgregarse y agruparse en bandos en los que a menudo pueden contabilizarse varias docenas de individuos. Sensible a la contaminación La climatología influye de forma muy notable en el éxito de la reproducción.
Las precipitaciones tardías pueden reducir la cantidad de insectos a causa de la extrema sequía y, por tanto, hacer más difícil la búsqueda de alimento para sacar adelante la pollada. Es importante observar si los bandos están bien nutridos durante los meses de julio y agosto. Tres o cuatro perdigones acompañando a la madre significa que ha existido un problema grave y, en condiciones normales, no debería cazarse. Polladas de doce a dieciséis perdigones significan éxito en la reproducción.
Como norma general siempre debería de haber al menos tres pájaros jóvenes por adulto. Debido a que es una especie muy territorial con desplazamientos en una zona bastante restringida, resulta bastante fácil estudiar su comportamiento. Las prácticas agrícolas modernas y las concentraciones parcelarias han sido muy negativas para la especie, pues dejan el terreno molido, sin terrones, y reducen los linderos poblados de hierbas y matorrales, con lo que le resulta difícil ocultarse de sus principales predadores, zorros y rapaces.
También el uso de herbicidas y pesticidas afecta gravemente a su salud. Los cazadores saben muy bien que, polladas con catorce o quince individuos en agosto, pueden verse reducidas a la mitad en octubre, cuando se abre la caza, a causa de los envenenamientos por herbicidas y productos fitosanitarios o de tratamiento de los granos de siembra.
Por ello debemos ser extremadamente cuidadosos, respetar las parejas que ya se forman, vigilar sobre manera el furtivismo y cualquier práctica ilícita o molesta en nuestros terrenos como las motos y quads entre otros, controlar los predadores sin molestar a las perdices, negociar con los agricultores las mejores practicas que garanticen el respeto hacia la especie y, sobre todo, disfrutar del cortejo y las disputas de los majestuosos machos reclamando.