El Vía Crucis al Cristo del Amparo es el mejor prólogo a las dos grandes procesiones de la Semana Santa, la del Jueves y la del Viernes. En los últimos años este sencillo cortejo, que es seguida por muchos fieles, se ha consolidado como esa antesala a los días grandes de la Semana Santa riosecana.
Tras el último día de triduo, a las ocho de la tarde, partía el Vía Crucis del Cristo del Amparo de la iglesia de Santa María, acompañado por representantes de todas las cofradías penitenciales. Una a una, se fueron recorriendo las catorce estaciones, marcadas con cruces de madera, que recordaban las principales escenas de la Pasión de Cristo.
El momento más emotivo tuvo lugar al amparo de la fachada plateresca de la iglesia de Santiago. Allí el Crucificado protagonizaba el encuentro con la Virgen Dolorosa, que salía del templo para recibir a su Hijo en la calle de la Amargura. El Cristo del Amparo entonces recorría calle de los Lienzos, Plaza Mayor, la Rúa, hasta llegar a la iglesia de Santa María, donde se dio por concluida la procesión con el canto de la Salve.
Imposición del sudario en La Escalera
Tras el Vía Crucis, como viene siendo habitual en los últimos años, la Hermandad del Descendimiento celebró su solemne acto de la puesta del sudario en el paso titular, que desfilará el próximo Viernes Santo. Tras la lectura del Evangelio, se colocó el lienzo en la cruz del paso, que simboliza el momento en que Cristo es descendido tras su muerte por los Santos Varones. Las hermanas Inés y Elena Alonso del Rey glosaron el acto con un bonito y emotivo texto en el que se narró una sugerente historia de una niña invidente perteneciente a la hermandad y que vive intensamente su primera procesión en un Viernes Santo.