Es el título de una conocida canción de iglesia, pero bien podía ser el titular, también, de esta preciosa estampa que nos envía Teresa Castilviejo, habitual de esta sección. Los últimos rayos de una tarde soleada del mes de julio acaban de dorar el fruto que en breves días se convertirá en grano, y más tarde, casi por arte de magia, en el pan nuestro de cada día.