Es precisamente cuando se inicia un nuevo año el momento en el que se suelen plantear los deseos de buenos propósitos. La sinceridad, el ejemplo y la ilusión son ingredientes indispensables para la construcción de un proyecto que pretenda superar con éxito el contexto en el que vivimos. Elaborar una idea que nazca de la ciudadanía, de la esperanza de las personas de vivir en una sociedad mejor. Ese es el sueño de quién cree en la política como instrumento de servicio público.
Las personas que conviven en una localidad demandan a la Institución Municipal soluciones a todo lo que afecta a su día a día. Es decir, si existe un problema, el Ayuntamiento es el lugar más cercano al que acudir en busca de respuestas y, por lo tanto, quienes ejercen la voluntad popular en esta entidad deben facilitar la resolución de la cuestión planteada. Representantes cercanos, que escuchen y prioricen a la gente por encima de siglas, intereses o competencias es, en definitiva, lo que necesitan nuestros municipios.
Se trata de volver a ilusionar a la ciudadanía. Se necesitan nuevas formas de hacer política para que la gente vuelva a sentirse representada. La Administración Local es el mejor espacio para ejemplificar este nuevo estilo que restablezca el pacto entre la ciudadanía y la política, un pacto en el que el contacto directo entre ambas partes sea el eje principal en cualquier administración.
Es el momento de, a través del ejemplo, canalizar la ilusión de la gente que demanda cambios profundos. Es la hora de afrontar los problemas desde la sinceridad que la realidad requiere. Es tiempo de hacer de la transparencia el día a día de la gestión municipal. Todo esto pasa por hacer público el destino de hasta el último céntimo gastado, por regular los sueldos de los cargos públicos, y por establecer nuevas fórmulas de participación, modernizando y acercando la administración a la ciudadanía para que la sintamos útil.
¿En qué se traduce todo esto? En convertir la Institución Local en una fuerza dinamizadora económica, social y cultural. El crecimiento es el motor de una sociedad y por ello debe ser prioritario. Este concepto, de un claro matiz económico, debe medirse también con otros parámetros; la riqueza social y cultural son -además de la económica- vértices de un mismo triángulo que debemos aumentar sin deformar.
Establecer un contrato de obligado cumplimiento entre la política y la ciudadanía que devuelva la ilusión a las partes para construir, juntos, un proyecto esperanzador. Si creemos en ello, podemos conseguirlo. Este nuevo año necesitamos un nuevo impulso para la gente, un nuevo impulso para crecer.
*Francisco de la Iglesia es Secretario de Organización de Juventudes Socialistas en Castilla y León