Las labores de restauración que el pasado año se llevaron a cabo por la Asociación para la Conservación de los Templos en los retablos laterales de la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco han puesto al descubierto una serie de documentos de los siglos XVII y XIX. Los legajos se encontraron en uno de los relicarios existentes en el retablo del lado del Evangelio. Los más antiguos, del siglo XVII son las denominadas autenticas de las reliquias de los santos mártires San Bonifacio, San Honesto y Santa María Virgen y Mártir. Las auténticas eran necesarias para que las reliquias fueran consideradas verdaderas, evitando así el comercio y la falsificación. Estos documentos, inseparables de las reliquias, podían ir acompañados de otros de apoyo formando expedientes con autorizaciones para el traslado, culto y distribución de las reliquias.
En los manuscritos referentes a las reliquias de Santa María Mártir y Virgen se señala que llegaron a la iglesia de Santa María en 1616 y fueron traídas desde Roma por el religioso jesuita Antonio Urueña por haber sido bautizado en esa iglesia. Urueña habría recibido las reliquias de mano del Papa Pablo V, habiendo sido procurador de las Indias. Además se explica que habría traído también unas lamparillas que se encontraban en Roma en la sepultura de la santa cuyo cuerpo habría llegado entero.
Junto a estos documentos del siglo XVII se descubrió otro, también escrito a mano, con fecha de 18 de julio de 1808, en el que el cura y presbítero beneficiado de Santa María describe que, tras la batalla del Moclín que había tenido lugar cuatro días antes en la localidad, recogió las reliquias del suelo de la iglesia junto a “las sagradas formas”. El sacerdote escribe que “todo lo recogí en la mejor forma que pude, pero no con la distinción y separación con las que se hallaba”.
De esta forma, el documento encontrado se convierte en un nuevo y valioso testimonio de las tropelías que las tropas francesas llevaron a cabo en Rioseco tras la cruenta batalla. Con el recuerdo muy cercano de los hechos, el presbítero describe que “de resulta de la batalla dada en las inmediaciones de la ciudad entre las tropas españolas y francesas, habiendo estas quedado victoriosas, entraron en la población pasando a cuchillo a sus habitantes, saquearon las casa y los templos, arrojaron por el suelo las sagradas formas y también estas santas reliquias”.
Todos los documentos, después de haber sido estudiados y reproducidos, fueron depositados de nuevo en el relicario en el que fueron encontrados junto a las reliquias. Este retablo fue mandado realizar en 1630 por Felipe Porero y su mujer, Ana Izquierdo, cuya sepultura se encuentra a los pies de la capilla. En la actualidad el retablo alberga una talla de San Juan Bautista, que tallara Tomás de Sierra en el siglo XVIII.