Tarde agradable en el Coso del Carmen y cerca de 1.500 personas para presenciar un festival taurino, que regresaba a Medina de Rioseco, y que a la postre resultó muy interesante y entretenido, a la par que triunfal y triunfalista. El rejoneador Mario Pérez Langa no se acopló con su enemigo, un colaborador novillo de la ganadería de Agustínez, con el que estuvo muy desacertado en los embroques, a pesar de ello fue aplaudido por el público en especial en la colocación de un par de banderillas cortas a dos manos.
El público aplaudió a la salida del primer novillo para toreo a pie. La presentación de la novillada de Valdeterrazos, propiedad del maestro Roberto Domínguez (presente en el coso riosecano) y que conserva el mítico hierro de Molero, fue muy acertada. Miguel Abellán tiró de oficio y de temple para conservar la dulzona embestida de su novillo, al que le faltó un poco más de picante. Bien a la verónica, Abellán se gustó en una faena muy pulcra por la que recibió los dos trofeos.
Manuel Escribano pechó con el peor de la tarde. Manso y descastado, enseguida se rajó y el sevillano apenas pudo brillar. Muy voluntarioso, comenzó rodilla en tierra con dos largas cambiadas y calentó a los tendidos en banderillas. También fue premiado generosamente por el público riosecano.
Regresaba el torero riosecano César Manrique a su plaza de toros, después de una larga temporada. Dejó el poso y el gusto de su buen toreo, especialmente en algunos muletazos con mucho sabor y un gran cambio de mano. Pero el de Valdeterrazos no colaboró, siempre queriéndose ir en los engaños y Manrique bastante tuvo con cuidarlo para que no se rajara. Recibió el cariño de su afición y paseó dos orejas.
El que le tocó en suerte a David Mora fue como sus hermanos. A pesar de ello Mora pudo instrumentar algunos buenos muletazos, de mano baja y profundidad. También fue premiado con las dos orejas. Cerraba el cartel el novillero Marcos Pérez. El novillo que lidió, propiedad de Garcigrande, fue una máquina de embestir y el salmantino lo exprimió hasta el último muletazo. Muy variado, voluntarioso y en algunas tandas, elegante, Marcos Pérez se emborrachó de toreo. El espadazo fue certero y fue premiado con el rabo, mientras que el novillo recibió la vuelta al ruedo.