Sor Aurora: «He sido muy feliz estos 50 años en Rioseco»

La religiosa gallega recuerda cómo ha sido este medio siglo en Santa Clara

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Sor Aurora (primera por la izquierda) junto a sus padres y hermanos.
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En un retrato de niña, con su abuelo

Es la una y media de la tarde. En el convento de Santa Clara es hora de la comida. Normalmente en silencio o escuchando alguna lectura en el refrectorio. Pero este sábado 3 de  septiembre es un día muy especial. No hay silencio, hay algarabía. Globos de colores y serpentinas decoran los pasillos y el comedor. Y es que todos los días no se celebra el cincuenta aniversario como clarisa de una hermana.

Son las bodas de oro de sor Aurora, que lleva la friolera de medio siglo tras los gruesos muros de este cenobio riosecano. «La comida es especial, mucho más especial que otros días», nos dice Sor Piedad, incluso hay una tarta y el resto de monjas clarisas cantan el cumpleaños feliz. Han venido algunas hermanas de cenobios franciscanos cercanas.

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En una imagen, ya como clarisa

Sor Aurora, cerca de cumplir los ochenta años está «feliz», como casi siempre “porque aquí he sido muy feliz durante los 50 años que llevo en Rioseco”, nos dice con una sonrisa de oreja a oreja. Orensana de nacimiento, de la pequeña población de Casares, a los quince años recibió la llamada de la vocación, “primero en las hermanitas de los ancianos de los desamparados de Teresa Jornet en La Coruña”. Estuvo en varios destinos como Zaragoza, Barbastro, Tafalla y la Seu D’Urgell”.

Más tarde sintió “la llamada a la vida contemplativa en el carisma franciscano-clariano”. Conoció la comunidad riosecana gracias a las hermanas de Castro Urdiales y con 29 años se presentó en Rioseco, un 9 de agosto de 1966, de donde ya no se movería. “Estuve un año de prueba, por si me quería volver a la otra orden, pero aquí estaba muy bien y muy feliz y me quedé”, dice sor Aurora sin abandonar su sempiterna sonrisa.

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Con algunas hermanas, hace años, en el convento de Santa Clara

El día está discurriendo “con mucho jaleo, pero estamos todas muy contentas”, dice minutos después de soplar las cincuenta velas, rodeada de la madre abadesa sor Concepción, de sus hermanas de convento y del resto de religiosas que han querido acompañar a la homenajeada en este día especial.

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Soplando las velas en este 3 de septiembre.

Recuerda a “sor Aranzazu, sor Ángeles, sor Carmen, sor Clara y sor Esperanza”, que eran las hermanas que habitaban el convento cuando llegó, pero también tiene en su mente a otras muchas monjas ya fallecidas “como sor Inés, sor Isabel, o sor María Inés”. También explica, sobre el terreno, cómo ha cambiado «muchísimo» el convento en este medio siglo. “Anda que no hemos pasado frío”, dice con una carcajada y con un acento gallego que 50 años en este convento no ha atenuado demasiado.

“En el coro alto tiritábamos de frío, estábamos deseando de venir al comedor para calentarnos”, dice sor Aurora quien, a pesar de ello, aclara que jamás se llevó “bolsas de agua a la cama”. Son recuerdos que se agolpan en un día muy especial, en el que la religiosa está acompañada de dos de sus siete hermanos y varios sobrinos, de sus hermanas de clausura, de muchos fieles riosecanos y, cómo no, de monseñor Amigo, “que es mi hermano franciscano”, destaca. Y es que cincuenta años no se cumplen todos los días. Por eso, en el convento de Santa Clara están de fiesta.

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Junto a la abadesa y algunas religiosas llegadas de otros lugares.
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