Siete pasos, casi dos mil cofrades y miles de personas dieron vida a una multitudinaria procesión del Dolor en el Viernes Santo riosecano más caluroso que se recuerda en Medina de Rioseco. Las calles de la Ciudad de los Almirantes eran un hervidero de gentes que no querían perderse uno de los momentos más espectaculares de la Semana Santa: la salida de los Pasos Grandes.
De nuevo, las siete cofradías se reunieron en el refresco para ser agasajados por el Mayordomo de cada hermandad. El desfile de gremios inició la recogida de todos los cofrades que este año cargaban con los pasos, Vara Mayor, Banderín y multitud de niños. Se iniciaba este animado cortejo que se dirigió al Ayuntamiento para recoger a las autoridades y dirigirse a los oficios.
Antes de la salida de los siete conjuntos escultóricos, algunas cofradías se reúnen para tomar la tradicional aceituna negra y escabeche. Entonces ya se sucedieron una multitud de experiencias, sentimientos y sensaciones difíciles de narrar. Miles de almas agolpados en un pequeño corro, el de Santa María.
En la Capilla de los Pasos Grandes, esperan dos conjuntos escultóricos que representan La Crucifixión, conocido como Longinos, y El Descendimiento –La Escalera-. Veinte afortunados sacaron cada uno de los pasos es una maniobra emocionante, repleta de esfuerzo y de técnica para que los dos conjuntos salgan de una capilla con una puerta poco más grandes que los propios pasos.
Tras Longinos y Escalera, se sucedieron las salidas de Cristo de los Afligidos, Cristo de la Paz, Piedad, Sepulcro y Soledad, que componen la procesión del Dolor. Mucha gente en las calles para ver transcurrir por las calles riosecanas estas siete joyas artísticas de la imaginería procesional de Rioseco. El popular baile en la Calle Mayor, La Rodillada, y la subida por la calle Medina fueron algunos de los lugares más concurridos.
Tras el rezo de la Salve a la Virgen Soledad, de nuevo, la espectacular maniobra de los pasos, esta vez para entrar. Un oído a rezar y toda una cofradía se arrodilla para elevar una plegaría por todos los difuntos. Se ponía fin así a una multitudinaria y calurosa procesión como pocas se recuerdan.