El sacerdote Eugenio Jesús Oterino, colaborador y ávido lector de La Voz de Rioseco, nos amplía información. Tras la publicación de la colaboración de Gonzalo Franco Revilla, en su sección riosecanos ilustres, sobre fray Bartolomé de Medina y la noticia que hace referencia a una exposición que se puede visitar en el Ayuntamiento sobre las cartas menores de Santa Teresa. Oterino rescata un artículo que escribió en el diario El Norte de Castilla con motivo del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa en 1982 (ahora se conmemora los quinientos años de su nacimiento) y en el que relata una divertida anécdota que, precisamente, tiene como personajes centrales a Santa Teresa y al riosecano fray Bartolomé de Medina.
Este religioso dominico nació en Medina de Rioseco, por lo que se le llamo ‘de Medina’. Hijo de Andrés Lillo y de Ana de Santillana, avecinados en esta ciudad. Su nacimiento probablemente ocurrió en el año 1527 y su muerte acaeció en Salamanca en 1580.
Siendo joven acudió a estudiar a la Universidad salmantina; en 1545 ingresó en la Orden de Santo Domingo, tomando el hábito en el convento de San Esteban de esa ciudad. Teólogo, discípulo de dos grandes teólogos: Domingo Soto y Melchor Cano, enseñó Teología en la Universidad de Salamanca; escribió entre otras obras Comentarios de la Sumrna Theoloqica de Santo Tomás de Aquino y sobre Teología Moral.
Las relaciones de este riosecano con la Santa fueron al principio, antes de que la tratara, difíciles; mas después de que la conoció directamente y no de referencias, fue muy grande la admiración que sintió por ella, y tanta la estima que elle le tomó que le llamaba “mi padre”, le pedía “siquiera un renglón”, le regalaba “sus mejores truchas” y le consultaba complicados asuntos de su espíritu, además de confesarse con él.
En carta escrita desde Alba de Tormes, en enero de 1574, a Salamanca a la madre Ana de la Encarnación, entre otras muchas cosas, escribía: “Esa trucha me envió hoy la duquesa [de Alba, doña María Enríquez]; paréceme tan buena que he hecho este mensajero para enviarla a mi padre fray Bartolomé de Medina. Si llegase a hora de comer, vuestra reverencia se la envíe luego con Miguel, [un recadero] y esta carta, y si más tarde, no se la deje tampoco de llevar, para ver su me quiere escribir algún reglón”.
Sirvan estas líneas de pequeño recuerdo a la Santa en su aniversario. Sin duda la anécdota parece una “florecilla teresiana”. En la fotografía inferior se reproduce un fragmento de la carta citada, que se conserva en el monasterio de San José de Carmelitas Descalzas en la localidad salmantina de Cabrerizos.