Inicia hoy nuestro colaborador Gonzalo Franco Revilla una serie de artículos sobre riosecanos ilustres. Se trata de una colección de biografías sobre ciudadanos de Medina de Rioseco de todos los tiempos que han destacado en algún campo intelectual, artístico… Casos, por ejemplo, de Rodrigo Zamorano (piloto y cosmógrafo), Baltasar Salvador de Solórzano (escribió el primer tratado de contabilidad en español), Onésimo Anciones (pintor, ilustrador de prensa), Aurelio Carretero (escultor)… La lista es más larga de lo que a priori alguno pueda creer y nuestro historiador va a desgranar las apasionantes vidas de alumnos vecinos que llevaron el nombre de Rioseco muy lejos. Comenzaremos por los más antiguos. Ellos son… Riosecanos Ilustres.
Gonzalo Franco Revilla. Piloto mayor, cosmógrafo y catedrático de la Casa de Contratación de Sevilla. Cosmógrafo, matemático y astrólogo del rey Felipe II. Vino al mundo, casi seguro, a lo largo del año 1542, otros hablan de 1576 y aunque algunas referencias de enciclopedias en la red señalan a Valladolid como su lugar de nacimiento, las fuentes históricas más fiables dan a Medina de Rioseco como el lugar donde vio la luz.
En su juventud recibió una buena formación. Durante un tiempo fue profesor en las universidades de Valladolid y Salamanca. Se dedicó especialmente al estudio y suplió su falta de práctica en alta mar -aunque Rioseco era tierra de Almirantes-, con una dedicación plena a lo estudiado y aprendido, para convertirse pronto en una persona de alta estima.
Tradujo al castellano la obra Los seis libros de la geometría de Euclides, que se aprendió de memoria, lo que le proporcionó grandes conocimientos en el tema. La obra se publicó en Sevilla. Recibió el encargo de realizar un padrón de los instrumentos de navegación existentes en la Casa de Contratación y escribió la obra Cosmografía, compendio del arte de navegar, dedicada a D. Diego Gasca de Salazar, en ese momento presidente del Consejo de Indias, obra de gran éxito que se tradujo al inglés y sirvió como obra didáctica para varias generaciones de futuros marinos de esa nacionalidad.
También escribió: Cronología y repertorio de la razón de los tiempos, el más copioso que hasta hoy se ha visto, adaptado al mundo naval, para realizar correctamente los cálculos del calendario gregoriano de 1582 y Carta de navegar (1579) y Arte de navegar (1588). En 1575 fue nombrado Catedrático de Cosmografía de la Casa de Contratación de Sevilla. También desempeñó el puesto de instructor de pilotos y del reconocimiento de instrumentos de navegación que llegó a construir con gran destreza.
Al parecer también desarrolló una intensa actividad no sólo en las cuestiones de navegación de las Indias, al colaborar con Pedro de Gamboa en la elaboración de mapas para la exploración del estrecho de Magallanes, sino también en el registro de un eclipse de luna y de varios cometas.
En 1586 fue nombrado piloto mayor de la Casa, mientras que mantuvo sus otros empleos, hecho que significó el monopolio del trabajo científico en dicha institución, y que abrió una fuerte polémica. Las críticas más fuertes fueron dirigidas por Domingo de Villarroel, un cosmógrafo veneciano con licencia para hacer mapas pero sin nombramiento en la Casa, junto con Grateo, un fabricante de instrumentos francés.
Finalmente, el Sindicato de Pilotos de Sevilla se unió a la campaña contra Zamorano al argumentar su falta de experiencia como marino. Este alegato fue rebatido con facilidad por el Consejo de Indias que siguió considerando que las funciones a desempeñar por el piloto mayor y por los cosmógrafos debían determinarse por la cualificación científica (teórica) de la persona nombrada. Sin embargo, en 1596, Andrés García de Céspedes reemplazó a Zamorano como piloto mayor y tuvo que dejar el puesto durante algunos años: “Por no tener experiencia alguna en la verdadera navegación”.
Enterado Zamorano escribió al rey un escrito: Memorial en que por haber pretendido algunos que se le quitase el oficio de piloto mayor, y se proveyese en persona que hubiese navegado y tuviese experiencia de la mar, pedía a S. M. mandase proveerlo por oposición y riguroso examen jurídicamente, el original de este documento se encuentra en el museo naval de Sevilla, no lleva fecha y existe una copia en el Depósito Hidrográfico de la Armada. El Consejo de Indias ordenó a Zamorano, Céspedes y Pedro Ambrosio de Onderiz, que colaboraran en la revisión del Padrón. Como Ondériz murió sin que el trabajo estuviese muy avanzado, Zamorano colaboró con Céspedes a entera satisfacción del Consejo.
Zamorano estuvo casado con doña Josefa de Oceta y tuvo tres hijos, Rodrigo, Blas y Margarita. En febrero de 1613, debido a su edad y su estado de salud, obtuvo una digna pensión. Zamorano estableció también un museo o colección de rarezas de todo el mundo y un jardín botánico. Falleció en la ciudad de Sevilla en fecha indeterminada del año 1612, cuando contaba con setenta años de edad. Otras fuentes consultadas señalan a 1620 o 1623.
Por último reseñemos lo que escribía Joaquín Díaz en la revista de Folklore en el número 273 del año 2003 sobre Rodrigo Zamorano.
“Se llamaba en la tradición días judiciales a aquellos en que la influencia de los astros se dejaba sentir, tanto en que el organismo de los individuos parecía reaccionar de forma diferente a la habitual como en la aplicación exitosa de las medicinas para solucionar cualquier tipo de dolencia. Rodrigo Zamorano, un riosecano ilustre que escribió la Cronología y repertorio de la razón de los tiempos, llamaba a esos días judiciales días críticos, de crisis, que según Galeno es una vehemente y súbita mudanza que se hace en las enfermedades, mediante la cual el paciente camina a la salud o a la muerte. Y porque los médicos por esta mudanza juzgan el fin que tendrá la enfermedad, la nombraron crisis, que quiere decir juicio: de crino, verbo griego que significa juzgar, deliberar o discernir. O porque la naturaleza juzga y da muestras de buen o mal suceso declinando hacia la salud o muerte. O porque de las señales que ella muestra juzga el buen médico el suceso que se espera de la dolencia…” Zamorano aprovecha la circunstancia para comparar el cuerpo humano con una ciudad bien ordenada “donde la virtud o natura es el rey, la enfermedad un tirano que contra él se levanta y la crisis es la contienda y batalla que entre los dos pasa.”
Características de la edición de ‘Los seis primeros libros de la geometría de Euclides
Esta primera edición contó con el apoyo del rey Felipe II, que deseaba fomentar la publicación de las principales obras científicas en castellano. Incluye solamente los libros I a VI de los Elementos, que son los que estudian la geometría del plano. Siguiendo la tradición renacentista, es una traducción fiel del texto griego. El autor no trata de variar la redacción de los Elementos ni “poner en ellos comentarios, scholios, ni additiones (que pudiera) por que el auctor [Euclides] fue en esto tan ingenioso que el que quisiere, con facilidad puede, atendiendo bien a la letra, percebir el sentido y demonstracion de lo que el enseña» [f. 7 r.]. Además la traducción está bien hecha. Hasta el siglo XX no se encuentra una edición de los Elementos más ajustada que esta.