Ángel Peralta, el rejoneador sevillano de La Puebla del Río, volvió pisar el albero del Coso de El Carmen, ese que tantas veces le vio hacer el paseíllo junto a todas las figuras de la tauromaquia en la segunda mitad del siglo XX y volvió a salir a hombros. Sólo por verle hacer el paseíllo muchos riosecanos ya se dieron por satisfechos con el festejo. El propio Peralta dijo que no se ha olvidado de Rioseco, su tierra adoptiva, ese mismo lugar donde durante medio centenar de años organizó un festival benéfico a favor de la residencia de ancianos que llegó a convertirse en el más importante de todos cuantos se celebraban en la piel de toro. Ayer, aguantó estoicamente el intenso calor y las casi tres horas de festejo, de pie, en un burladero y vestido de corto, pero al final mereció la pena, porque el de La Puebla se llevó la ovación más grande de la tarde y una de las más fuertes de cuantas se recuerdan en los últimos años en el viejo coso riosecano.
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Ya lo adelantó a este periódico. “Volveré hacer el paseíllo en Medina de Rioseco” y lo hizo, acompañado de la rejoneadora Lea Vicens, a la que apodera y con Francisco Palha y Manuel Manzanares. Peralta demostró a sus 86 estar en forma y seguir montando tan bien como siempre. Tras el paseíllo, el alcalde de Medina de Rioseco, Artemio Domínguez, le entregó una placa por su participación en la corrida conmemorativa de los 150 años de la Plaza de Toros de Medina de Rioseco. La niña Alejandra Ferrero, hija del empresario, le entregó también un ramo de flores.
Entonces comenzó una corrida demasiado triunfalista con una excesiva lluvia de orejas, en medio de un ambiente festivo y un entretenido festejo. El luso Francisco Palha demostró ser un rejoneador que puede llegar lejos. Con una excelente cuadra y una buena monta fue el triunfador de la tarde (cierto es que se llevó el lote más potable de una corrida de Cruz Madruga descastada). Animó a los tendidos con sus ajustados quiebros y con el acierto en banderillas y logró cortar tres trofeos, dos a su primero y uno al cuarto de la tarde.
Manuel Manzanares volvía a Rioseco, después de que el pasado año una inesperada y espectacular tormenta no le dejase actuar. En su primero, un manso de libro, nada pudo hacer. Con el quinto se desquitó y demostró que quiere ser algo en el rejoneo. Con una espléndida cuadra, la mayoría del hierro de Pablo Hermoso de Mendoza, el alicantino -hijo del maestro Manzanares que seguía las evoluciones de su retoño desde un burladero- ajustó en los embroques y toreó con los lomos de su montura. Falló con el rejón de castigo pero el público le otorgó dos trofeos.
Cerraba el cartel la francesa Lea Vicens, afincada en La Puebla. Aunque muy voluntariosa se la notó su juventud y el que apenas haya intervenido en media docena de festejos. A pesar de ello el público disfrutó con la amazona, especialmente en el que cerraba plaza. La francesa cortó dos orejas, uno en cada toro que rejoneó. Y al final los tres actuantes y el propio Peralta abandonaron en volandas El Coso de El Carmen. Todo un espectáculo.