Cerca de mil personas asistieron a un acontecimiento histórico en la tarde-noche del pasado sábado. El músico y compositor Pablo Toribio consiguió reunir a las tres bandas de cornetas y tambores de la localidad, a la orquesta municipal, al pardal y tapetán, además de dos sopranos, barítono y violín; todo ello para conformar un gran espectáculo musical en homenaje todos “los músicos que glosaron con sus sonoridades las procesiones de la Semana Santa de la ciudad de los Almirantes”, tal y como reconoció el compositor.
A pesar del frío y de las dos horas de evento, los asistentes salieron de la iglesia de Santiago de los Caballeros, que se abría por vez primera al público tras Las Edades del Hombre, sobrecogidos por lo vivido en el interior del templo, especialmente en la última parte con el estreno absoluto de la obra musical Et Dicit eis: Ecce Homo.
Una obra que reunió a los más de 150 músicos sobre el escenario, además de los actores de la Escuela de Teatro María Luisa Ponte, quiene lograron que los dicienueve pasos de la Semana Santa de la localidad cobraran vida.
El acto, presentado por José Antonio Lobato, director de comunicación de El Corte Inglés y de Relaciones Institucionales, contó con la presencia de Miguel García Marbán, colaborador de este diario, María San José, teniente de alcalde, y Guillermo Garabito Sánchez, nieto del recordado Godofredo Garabito Gregorio, quien leyó los dos últimos poemas de su abuelo dedicados a Medina de Rioseco.
Pablo Toribio, visiblemente emocionado, logró lo que antes había sido imposible: unir a las tres bandas de cornetas de la ciudad [Cristo de la Clemencia, Cristo de la Paz y Afligidos y Nazareno de Santiago y Santa Verónica] en un mismo escenario para interpretar dos piezas de forma conjunta. Asimismo, la banda Municipal de Música ofreció un breve repertorio y las sopranos María Eugenia Díaz-Emparanza y Beatriz de la Mora, ambas riosecanas, el barítono Jorge Bombín y el violinista, Gorka Cortijo, hicieron lo propio.
Pero el momento más álgido llego con la obra Ecce Homo. Sonidos tan riosecanos como el pardal, el tapetán y las horquillas contra las losas de la iglesia, fueron el preludio a veinte minutos tan intensos, como emocionantes, por los que desfilaron todos los conjuntos escultóricos riosecanos y donde no faltó ningún detalle musical. La carraca, la salve o el miserere también tuvieron presencia.
El propio Pablo Toribio decía que la composición tiene dos partes bien diferenciadas. “Una primera, de esencia musical romana y una segunda, escrita bajo armonías propias de principios del siglo XVIII español”. El compositor dedicó su obra “a todos los cofrades riosecanos, ausentes y presentes, especialmente a aquellos que además fueron músicos. Gracias a ellos, tanto la música como la procesión de la Semana Santa no será nunca recuerdo sino continuidad”, recordó antes de que su batuta lograra armonizar a más de un centenar y medio de músicos y actores.
Por último, los dos euros, entrada simbólica que tuvo la actuación, fueron a parar íntegramente a la campaña de recogida de fondos realizada por la hermandad del Cristo de la Paz y Afligidos, para ayudar a una pequeña cofrade, de tan sólo tres años, Lola Lista Faro, que sufre parálisis cerebral y que tiene que someterse a un complicado y caro tratamiento que ayude a mejorar su calidad de vida.