La riosecana María Ascensión Margareto Cañibano expone sus pinturas hasta el próximo 27 de mayo en la sala de exposiciones de la oficina de turismo del Museo de San Francisco. Una muestra muy especial, pues la propia artista desconocía y su inauguración fue una sorpresa para la autora. A continuación se reproduce el texto escrito por sus hijos y que resume cómo es la pintora y la persona que se esconde detrás de sus lienzos y pinceles.
María Ascensión Margareto Cañíbano, nuestra madre, nació un 16 de mayo de hace setenta años en Rioseco. La pequeña de las chicas de un total de diez hijos que parió la abuela Alfonsa, cuatro chicas y seis chavales.
En una España de posguerra, el trabajo del abuelo taxista Leoncio y los trabajos ocasionales de la abuela como cocinera en el casino, y con lo recogido en la huerta, sita en la bajada del cementerio, que con todo esmero trabajaba el abuelo, fueron la semilla de ese valor intrínseco en mi madre del amor al hogar, a la tierra, a la austeridad, sobriedad, humildad, el valor de lo sencillo, de lo natural, adjetivos que califican a Ñuca.
Educada en el valor del trabajo, anclado en la firme voluntad, el esfuerzo, el sacrificio y la entrega son los que han forjado la personalidad de una madre que ha proyectado en los tres hijos criados, en el amor incondicional de mirar por y para nosotros desde la entrega más desinteresada y generosa.
Mujer hacendosa, siempre activa, adelantada a su tiempo, mujer íntegra. Buena compañera y esposa. Hija agradecida y respetuosa, hermana fiel. A la muerte y despedida de la madre y hermano encontró refugio al dolor, amparo a sus lágrimas, en las telas de los lienzos, en los colores de una paleta. Y con trazos de pincel fue dibujando su luz, su ser, en los cuadros que hoy se muestran para orgullo de ella y su familia. Y que queremos compartir con la gente, sólo para hacer pensar que, el ser persona, saber ser persona es, quizá, la labor más importante que tenemos que aprender. Esa es la enseñanza de nuestra madre y esposa, esa es Ñuca.