No podía imaginar este polifacético riosecano, cuando de niño junto a su padre disfrutaba de la magia del cine, que con el tiempo él mismo se iba a acabar convirtiendo en una parte esencial del mágico proceso por el que las imágenes inertes de los rollos de celuloide cobran vida en la pantalla.
¿Cómo ha sido la experiencia de ser operador en la Seminci?
Muy positiva, aunque con muchísimo trabajo, ya que proyectaba un mínimo cinco largometrajes al día, y la mayoría de las sesiones solían llevar también un cortometraje antes. Pero, no sólo es proyectar como tal, ya que a veces hay que pasar las películas a otras bobinas o chequear previamente sonido o cuadro, para que cuando comience la sesión esté todo perfecto. Llegaba al teatro a las ocho de la mañana y salía a la una de la madrugada, con una hora más o menos para poder comer. También he tenido momentos de subidón de adrenalina, con el teatro totalmente abarrotado de público, directores y actores pendientes para ver algo de lo que yo era el único responsable.
Además, ha tenido la suerte de estar en el Zorrilla
Sí, desde la restauración tuvieron en cuenta equipar muy bien el teatro y es una maravilla poder contar con todo el material del que dispone, y sobre todo con el equipo técnico encargado de iluminación, sonido, maquinaria o regiduría, aunque también he de decir que debido a la ubicación del proyector en la planta más alta he tenido muchos problemas para encontrar el enfoque adecuado en cada película, sobre todo en el formato cinemascope, que es en el que más se apreciaba ese fallo. Aún así, ha salido todo bastante bien.
¿En qué secciones ha estado?
En Punto de Encuentro, alguna de Tiempo de Historia y de La Tarde de ECAM (Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid).
¿Qué películas ha proyectado?
Absolutamente todas las que se han puesto en el Zorrilla, aunque no todas han sido en 35mm; también he puesto en formato Betacam y alguna en Bluray, ya que no existían copias de otra manera.
¿Te quedas con alguna en especial?
El largometraje El Dedo, del argentino Sergio Teubal. También los cortometrajes La extraordinaria vida de Rocky, de Kevin Meul (Holanda), Abiogénesis, de Richard Mans (Nueva Zelanda) y Para qué más sirve una horquilla, de Roland Tóth-Pocs (Hungría).
¿En qué consiste el trabajo de operador?
Las películas llegan en 5 o 6 rollos pequeños dentro de unas latas, y esos rollos se unen entre sí por orden en un rollo grande o bobina para colocarlo en el proyector. Hay que elegir el tipo de objetivo y ventanilla de corte de luz adecuada a los diferentes formatos que esté rodada la película, ya que no es el mismo tamaño para Cinemascope, para 1:1’85, 1:1’66 etc… La película pasa de ese rollo grande al crono, que es la parte mecánica por donde circula el film, y mediante un haz de luz intenso, que hay en esa parte, hace que se proyecte en la pantalla. De ahí pasa a otro rollo que va recogiendo lo que la bobina emisora suelta. Mientras tanto, hay que controlar el encuadre y el foco para que se vea correctamente. Cuando termina la película, hay que cortar los empalmes en el mismo punto donde se han unido para devolverla a su estado original en esos rollos pequeños.
Me imagino que se identifica con los personajes de Cinema Paradiso, tanto con Salvatore como con Alfredo
Sí, claro, es una de mis películas favoritas. Aunque en aquella época se proyectaba de forma diferente. Tenía el riesgo de poder incendiarse el celuloide, que era el material del cual estaba hecha la película, las lámparas no eran de Xenon, se creaba una combustión en el proyector que era la única manera de poder generar una luz muy intensa en su interior. Se utilizaban dos proyectores en vez de uno. Era una manera más arriesgada y difícil de proyectar. A los grandes maestros de esta profesión, como los riosecanos Pedro Fernández Urueña o Ezequiel Legido, les tocó trabajar con este sistema. ¡Ellos sí que tienen mérito!
¿Ha cambiado mucho la proyección de aquellas películas a las actuales?
En cuanto al 35mm, la base sigue siendo la misma, aunque los instrumentos que se utilizan son diferentes, tanto del material que está hecha la película como los proyectores, pero no deja de ser un rollo grande en el que 24 fotogramas pasan en un segundo por una ventanilla de la cual sale una luz y así se consigue la magia del cine. No obstante, ahora la mayoría de salas están apostando en la actualidad por la proyección digital, que es todo electrónica, películas en discos duros y proyectores de vídeo, para poder proyectar entre otras cosas películas en 3D.
¿Cuándo empezó su afición por el Séptimo Arte?
Desde el punto de vista técnico, en casa siempre ha habido cámara de cine en super8, proyectores, etc… gracias a la afición de mi padre. Siempre que había ocasión solíamos poner películas, de las hechas en casa o de dibujos animados que se compraban y las proyectábamos en el salón, con todo el ritual que conllevaba. En la actualidad lo sigo haciendo en mi casa y tengo una buena colección de proyectores; de Super8, 16mm y hasta uno de 35mm que me regaló mi mujer siendo novios, uno antiguo de marca OSA que fue uno de los primeros que hubo en el cine de Peñafiel. Le tengo en proceso de restauración. Proceso que va lentamente, por cierto.
Y lo de ser operador, ¿Cómo fue?
Yo tengo título de Técnico de Espectáculos en Vivo y al entrar a trabajar en la Obra Social de Caja España, una de las actividades, a parte de técnico de sonido e iluminación, era proyectar películas en 35mm y 16mm para los diversos ciclos que se programaban o cursos de cine (ahora desgraciadamente han recortado esas actividades) y como tenía algo de experiencia por unos cursos que hice en la Fundación Municipal de Cultura de Valladolid, me resultó fácil adaptarme al manejo de los proyectores. Tengo la suerte de tener de compañero a Julián, el veterano operador de proyección en Fuente Dorada, él fue quien me recomendó para éste puesto en la Seminci.
¿Cual es la película que más le ha ilusionado proyectar?
King-Kong, la versión de 1.933
¿Qué anécdota recuerda de estos años de operador?
Las prisas con las que había que montar la película en las sesiones de cine infantil que tenía todos los viernes. Siempre llegaban las copias con el tiempo al límite para poder comenzar a su hora. Era muy estresante, pero al final conseguíamos que todo saliera perfecto.
¿Repetirá en Valladolid?
Haciendo un análisis al finalizar la Seminci con el encargado de coordinación me dijo que querían contar conmigo para la próxima edición. Según parece les ha gustado mi manera de trabajar y yo estaré encantado si eso sucede.