La oleada de robos que lleva azotando empresas y establecimientos riosecanos desde el pasado mes de enero parecía haber firmado una tregua. Desde que se produjesen la sucesión de hurtos en las piscinas municipales y en los polígonos hace poco más de un mes no se había notificado ningún percance. Pero desgraciadamente en la madrugada de este jueves, los rateros, que aún están sin identificar, han vuelto a actuar.
En esta ocasión, la tienda de complementos y estética María José, situada al lado de la iglesia de Santa Cruz, ha sido la más damnificada. Los ladrones accedieron al interior del establecimiento “forzando la puerta haciendo palanca con una barra y reventando la cerradura”, explica Javier Justo, hijo de la propietaria. Después de revolverlo todo y abrir todos los cajones, huyeron con distintos objetos de la tienda entre los que había maquillajes, gafas de sol, bolsos, pintauñas, perfumes, cremas, colonias y prendas de ropa. “Sabían a por lo que venían y conocían perfectamente dónde estaba todo, sólo se han llevado los productos que se pueden vender fácilmente”, asegura la propietaria, María José Rubio.
Además de los daños materiales, rompieron la alarma, la cerradura y varios destrozos en cajones y armarios del interior del establecimiento, y de la valoración de la cantidad de productos que se llevaron, huyeron con la caja registradora en la que había cincuenta euros. Esta mañana la propietaria y sus familiares estaban aún “asustados” y no habían hecho una valoración exacta de los daños, “pero se han llevado muchas cosas”, aseguraban.
Fue Fernando Ortega, uno de los propietarios de la peluquería Hermanos Ortega, ubicada en pleno corazón de la Calle Mayor, quién alertó a María José de lo sucedido, tras encontrarse mientras paseaba a su perro la caja registradora tirada en la parte trasera del castillo. “Estaba de viaje volviendo de vacaciones y me llamó Fernando para decirme que se había encontrado la caja abierta con tickets que identificó conmigo y con el susto encima hemos avisado y hemos venido lo más rápido que hemos podido”, relata María José.
No fue el único establecimiento que sufrió las actuaciones de esta banda. El establecimiento regentado por María Ángeles González y su marido, el escultor local Ángel Martín, sufrió un intento de robo que no pudo perpetrarse. Presuntamente les rompieron el candado de la trampilla que tapa una de las lunas del escaparate y se marcharon. “Al llegar por la mañana nos hemos encontrado con la verja levantada, imagino que habrán mirado y no les ha interesado lo que había y por eso no han entrado”, cuenta María Ángeles.
Tampoco es la primera vez que estos comercios, que se encuentran muy cercanos en las inmediaciones de la iglesia de Santa Cruz, son el objetivo de esta banda de rateros. La tienda de Artesanía Santa Cruz fue la primera damnificada, les robaron artículos de cerámicas, de decoración y recuerdos, que unido a los destrozos valoraron en 2.000 euros. Esa misma madrugada de enero, los ladrones prosiguieron su ruta, y tal y como pudo saber este periódico intentaron romper la luna del establecimiento de María José con uno de los artículos robados minutos antes.
El modus operandi es siempre el mismo. Acceden forzando verjas y cerraduras haciendo palanca con alguna herramienta en busca únicamente de dinero y objetos y productos que se puedan colocar fácilmente en el mercado. Las descripciones de los presuntos ladrones también coinciden, “tienen que ser personas de complexión delgada y con cierta agilidad”. A su vez añaden que deben de ser personas de estatura alta, puesto que tal y como cuentan los propietarios: “no has pruebas de que se hayan subido a ningún sitio para coger las cosas de las estanterías altas”.
Impotencia, miedo e inseguridad son las sensaciones que se perciben entre los comerciantes y entre los ciudadanos que casi de una manera desesperada piden “más seguridad y vigilancia” ante unos hechos que parecen no cesar nunca.
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