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Lucía de Miguel no está “acostumbrada” a hablar de sí misma con la palabra, sino con el movimiento. Pero la bailaora onubense, de raíces riosecanas, enseguida se ganó al público que el pasado sábado abarrotó el Casino de Medina de Rioseco, en la primera de las Tardes de Arte, que han cumplido su quinta edición, gracias a la iniciativa de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Rioseco.
Desparpajo, salero, arte y gracejo también en el micrófono demostró Lucía de Miguel, hija y nieta de riosecanos. Presentada por Rosa Blanco, la bailaora argumentó que afortunadamente “el flamenco es universal” y ya no es patrimonio de un territorio. “Creo que uno de los avances del flamenco es precisamente que ha roto las fronteras; porque la pasión es un sentimiento común”, explicó la bailaora, que descubrió desde muy pequeñita su verdadera vocación: el baile.
“Soy nieta de José Luis Sánchez Cuadrillero y de María Luisa Urbón Lesmes”, respondió a la acertada pregunta de Rosa Blanco, quien utilizó el cuestionamiento tan frecuente entre los riosecanos: “¿de qué familia eres?”. Recordó las fiestas familiares en Rioseco, donde se arrancaba a bailar. “En esa parcela monté mi primera escuela flamenca”, apuntaba entre risas.
A los 16 años se trasladó a Madrid. Comenzó impartiendo clases a los niños y una carta de su tío con una fábula hizo que la bailaora se lanzase para hacer del baile su profesión y su vida. En 2004 creó, junto a otras compañeras, la compañía de baile Estatuario, que ahora dirige y compatibiliza su trabajo diario en los tablaos madrileños.
Cree que en su personalidad lleva intrínseco valores “castellanos”. Al menos su madre, riosecana, y sus tías lo creen así y la han definido como: “luchadora, observadora, pragmática, trabajadora, modesta, discreta, tenaz, leal, generosa, tolerante y reflexiva”. Lucía de Miguel, que toma el sobrenombre, en honor a su padre, que se llama Miguel, explicó que “el día a día” de una bailaora tiene cuatro bloques: “la formación continua, el trabajo en las compañías, los tablaos y la docencia”.
Lucía dedica varias horas al día al baile, al perfeccionamiento de su técnica, a mantenerse en forma a través de la natación y el pilates, a tomar clases con maestros del flamenco y a integrar los tablaos en su forma de vida. La onubense defiende los tablaos por encima de todo: “allí ocurre algo mágico, es la capacidad de improvisación del taconeo, el baile y el cante. Te permite estar en activo a diario”, aseguró.
En pocos días iniciará una gira por América, informa antes de responder a un espectador y explicar cómo son algunos de los principales palos del flamenco y sus complejas diferencias: alegrías, tangos, bulerías, soleas… Se siente una privilegiada por cumplir con una profesión vocacional, aunque -por el contrario- cree que «las sombras» de su forma de vida es la “inestabilidad” del sector: “no hay contratos largos, hay que aprovechar el momento”.
Lucía de Miguel se reservaba una sorpresa para el final. Más de un centenar de personas que llenaban el Casino pedían que bailara. Y Lucía invitó a su tío Ángel Sánchez con el que se marcó una sevillana. Un final a la altura de una gran tarde de arte, con una artista del baile.