En el año 1995, se publicaba gracias a la edición de Ámbito, un libro que recogía de un modo ameno e interesante la historia del Carnaval Riosecano. Sus creadores eran dos maestros Julio Mauro Rollán y Eladio Sastre Zarzuela. Ambos autores de varias publicaciones escolares de innovación pedagógica. También de un Vocabulario Básico para la EGB y de diversos estudios sobre la cultura tradicional como: los siete volúmenes del diccionario Hablares. El mundo rural y sus aportaciones al léxico castellano y de El huerto. Un complemento en la economía rural. Editados por la Junta de Castilla y León.
La relación de Eladio Sastre con Rioseco es, además de con el libro sobre los Carnavales, muy estrecha, pues durante muchos años realizó labores docentes y de dirección en el colegio publico comarcal Campos Góticos, donde varias generaciones de niños primero de pueblos cercanos y más tarde, cuando desaparecieron las Escuelas del Castillo, también de nuestra ciudad fueron testigos de su presencia como educador.
El libro que se presentaba en su contraportada como: Historias del Sequillo. Carnavales. El entierro de la sardina, fiesta típicamente carnavalera, ha sido para muchos riosecanos, quizás los más desprotegidos, una razón de ser, de sentir y de soñar durante muchos años. En su honor e intentando ser fieles contadores de este acontecimiento cuyo carácter, lengua y práctica respetamos escrupulosamente, hemos elaborado este trabajo con la pretensión de que sea su más logrado testimonio. En él, recogemos el entorno cultural, artístico e histórico de la Ciudad de los Almirantes y la celebración del carnaval en sus momentos más característicos: Preparativos, desfiles, el pregón, la merienda, el entierro de la sardina, la cuaresma.
“Este libro es como una puerta abierta a épocas pasadas; pero… ¡Cuidado! Porque si la franqueamos caminando por los “empedraos”, corros y púpilis que desde ella se divisan, un tanto de puntillas, en silencio, sin querer despertar a cuantas personas y cosas los pueblan, podemos encontrarnos inesperadamente deslumbrados por el estallido de su energía vital aún pujante-sonoras trompetas, grotescas máscaras de congelada sonrisa, faroles vigilantes, pláticas y cánticos, trajines, algarabías, desahogos…Ante esto hay que decidir; o pasar de largo llevados de la inercia y las prisas o detenerse y confundirse en un delirio festivo con los figurantes celebradores del Carnaval…”
El relato está escrito en forma de la crónica de un viajero que llega en tren a la ciudad y que va a recoger lo que allí sucede entre la tarde del martes hasta el jueves mañana, es decir, desde los días del Carnaval, el miércoles de Ceniza y el primer día de la Cuaresma.
Es una historia costumbrista, de ambientación y cronología antigua, donde aparecen paisajes y paisanos con los perfiles de lo cotidiano, pero también de lo universal. Situaciones y diálogos donde es posible reconocer el peculiar humor local, que para los forasteros resulta extraño, un humor entre socarrón y disciplente. También destacan las fotografías que acompañan al texto, los programas taurinos, los lugares desaparecidos -El rincón de Unamuno-, las distintas compañías de Carnaval y algún riosecano que aparece retratado disfrazado como Miguel de la Iglesia conocido como El azarante, palabra típicamente nuestra, cuya definición ajustada no la puede recoger el diccionario de la Real Academia.
Libro que nos muestra el esplendor antiguo del Carnaval en Rioseco, donde se llenaba la Plaza Mayor de personas disfrazadas, donde la participación popular era tan alta como la que puede ser en la actualidad durante la Semana Santa. Carnavales tan conocidos y numerosos en participación y esplendor como otros de la geografía castellano-leonesa: Ciudad Rodrigo, Toro.
La prohibición durante tantos años hizo olvidar la riqueza de la fiesta y su repercusión popular. La recuperación de aquel Carnaval antiguo se hace imposible, quizás porque ya no se plantea como un enfrentamiento con lo prohibido, con la liberación de las represiones e instintos. La época actual ha diluido esa noción de pecado y transgresión. Solo queda el disfraz, esconderse detrás de una máscara y un día ser otro u otra en la percepción de los demás, aunque muchas veces sea un mero juego lúdico sin atisbos de rebeldía y de subvertir el orden establecido. En cualquier caso lectura recomendable para conocer el pasado riosecano en unas de sus más interesantes tradiciones y costumbres.