Y llegó la primavera. Fría como es habitual en estas tierras; con sus heladas matutinas pero con un sol radiante que templa los ánimos al mediodía.
Nosotras seguíamos con nuestros preparativos; éramos ocho: Isidora del Campo, Teresa Margareto, Pilar Blanco, Isabel Rodríguez, M.ª Isabel Martínez, Antonia, Adela y Carmen Fernández. Teníamos un entusiasmo contagioso. Nos íbamos a vestir de mantilla para alumbrar a La Dolorosa.
En mis recién cumplidos 21 años, tan solo recordaba haber visto alguna mujer de mantilla la primera vez que se televisó la Semana Santa Riosecana (1968). Aunque siempre había oído que las mujeres de clase alta alumbraban vestidas de mantilla en la procesión de la mañana del Viernes Santo.
Llegó el Jueves Santo, era un 27 de marzo. Hacía frío, sí, pero nosotras no lo sentíamos. Entre risas y nervios nos preparábamos. Isidora se encargó de colocarnos las mantillas y por la calle ‘Los Lienzos’ nos dirigimos a la Iglesia de Santiago, que como siempre, estaba a rebosar de gente.
Durante la procesión, recuerdo, nos acompañó justo delante una banda de música de la Guardia Civil de Palencia. Fue una experiencia muy bonita y gratificante y hoy, cuarenta años después, nos sentimos orgullosas de ser las pioneras en la renovación del uso de la mantilla en las procesiones riosecanas. Causamos una buena impresión a la gente. A partir de aquel año las mujeres de clase media comenzaron a vestirse de mantilla para ir a alumbrar y nació una nueva tradición que llega hasta nuestros días y que espero siga por muchos años. ¡Qué no decaiga el entusiasmo! Sí me gustaría, que hubiera un poco más de respeto y un poco más de silencio, tanto de los que están viendo la procesión como de los que están dentro de ella. Que demos ejemplo a los que vienen a vernos.