Las calles de Medina de Rioseco (séptima parte)


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

Decíamos en el anterior reportaje que el Corro de Santa María y el templo del mismo nombre, son el centro geográfico de la ciudad y en este mismo lugar habíamos detenido nuestro recorrido histórico por las calles de Rioseco, que poco a poco va llegando a su fin. Pero al otro lado de la iglesia se sitúa otro espacio gemelo, que ha variado mucho con el paso del tiempo y que ha perdido con el mismo, desgraciadamente, la imagen original. La plaza posterior de Santa María carece de nombre y también se desconoce el que tuvo en su origen, aunque con seguridad se llamaría algo parecido al Corro de la Trinidad, porque allí mismo, vecino a la capilla de los Benavente, se encontraba el Hospital de la Trinidad y la Congregación de Sacerdotes y frente a él, la sacristía de Santa María y la casa del sacristán de este parroquia, construidas ambas por Felipe Berrojo en el siglo XVII y derribada hace poco tiempo.

A este espacio abierto van a dar lugar las calles Empedrada, llamada así ya en el siglo XVII, porque era de las pocas que tenía el lujo de tener el suelo de piedra y no de tierra, y Pablo Iglesias. Ésta última recibió el nombre actual en los años 80 con la llegada del Partido Socialista al Gobierno municipal, pero anteriormente, en los años 50 se llamó García Ganges, capitán de caballería, protagonista de la sublevación de Valladolid en el año 36, sin que uno y otro titular, guarden relación con nuestra ciudad más allá de la adscripción política al partido gobernante en el momento. Antes de estos bautismos políticos esta calle se llamó durante, al menos, 400 años Calle de Villarramiel, porque aquí se iniciaba el camino natural que comunicaba con la vecina ciudad palentina.

Esta vía tenía su continuidad en el Corro de San Miguel, que lleva el nombre de la antigua parroquia que ocupaba su solar, y que a pesar de ser el único ejemplo de estilo románico que sobrevivía en la ciudad, fue derribada a finales del siglo XIX, con la estúpida escusa de encontrarse en mal estado.

De esta plaza parten varias calles, entre ellas la de San Marcos, que siempre tuvo el mismo apelativo y que termina en el Corro de Santiago, de reciente diseño, puesto que hasta el siglo XX existió una manzana de casas ante la iglesia y una calle que pasaba delante de la fachada principal, llamada Calle de Santiago.

A este corro también llega la Calle de Cantarranas, cuyo nombre hace relación a la cercanía del humedal que formaba el Sequillo antes de su encauzamiento, que en 1652 se decía que carecía de vecindad y que según García Chico acogió antes de la expulsión la sinagoga nueva y la judería. Cerca de ella está la Calle de la Colagua, también conocida antiguamente como la Colaga y cuyo apelativo recuerda que esta vía era el lugar donde se expulsaban las aguas del municipio. También lo está la Calle de los Ciegos, que conserva el nombre original y la Calzada de San Miguel, antiguamente conocida como Calle de San Sebastián, porque al final de ella, junto a la puerta de entrada a Rioseco desde Villalón, estaba la capilla dedicada a este santo.

Frente a la calle de los Ciegos, aparece la Calle Cantareros, conocida hasta el siglo XVII como Calle de Juan de Sierra y que cambió al actual por esas fechas en recuerdo del gremio que la habitaba, el los alfareros y olleros. En ella existía una calle sin salida llamada Corral de las Viejas, donde como era habitual, vivían en 1652,  tres pobres de limosna.

En la mitad de la Calzada de San Miguel, comienza una serie de calles, que antiguamente se conocían como El Arrabal, entre las que está la Calle Ahogaznos, error transcriptivo del nombre antiguo de Ahogasnos, y que hacía referencia a un obvio accidente con un burro ocurrido hace siglos, al menos antes de 1652, año en que ya se conocía por este nombre.

Esta calle tiene su continuación en la Calle Mancio de Prado, bautizada así en el siglo XX como homenaje al apodo que utilizó Benito Valencia Castañeda al escribir sus Crónicas de Antaño y tomado del nombre de uno de los escribanos municipales del siglo XVI. A esta calle, que anteriormente era una continuación de la Calle Ahogasnos, le sigue la Calle Ancha, ya conocida así en 1652. Ambas se comunican con la Calle Cantareros, por un estrecha vía de curioso nombre, la Calle el Bis-Bis, que no aparece en la relación de 1652 y bien podría tratarse del Callejón de las Viejas.

La vecina Calle Castrillos, ya tenía ese nombre en el siglo XVII, no así la Calle Pontón de Magarzo, que era llamada entonces Calle de la Condesa y hoy recuerda el apellido de un desconocido vecino de la zona. La Calle Nueva y la Calle de La Escoba, conservan también sus nombres antiguos y sin pasar por alto de la Calle de la Reja, con el desague del Canal de Castilla que se encuentra en este mismo lugar, antiguo lavadero de ropa de las mujeres riosecanas, así como de las desaparecidas Plazuela de Santa Ana y Acera de Especería. Con ellas llegamos al final de nuestro recorrido, que ilustramos con dos fotografías tomadas en los años 70, una de la calle Mediana y otra de carácter simpático realizada en el Corro de San Miguel, el día de San Cristóbal.

No nos hemos olvidado de la Calle Mayor, pero su importancia merece un capítulo aparte.

(continuará)

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