La Virgen de las Nieves, su capilla y su cofradía (1ª parte)


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte.

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Aspecto del Arco de las Nieves en el año 1911

No sabemos cuándo comenzó exactamente en Rioseco la devoción a la Virgen de las Nieves, ni porqué se colocó bajo esta advocación la capilla construida sobre la puerta de Toro o de Zamora. Quizá la cercanía al Pozo de la Nieve (hoy aún en pie, aunque convertido en vivienda) tuviera algo que ver. Pero sí se conoce cuándo se construyeron ermita y arco actual, fue a finales del siglo XVI.

Hasta esa época la puerta de Toro o de Zamora, era un simple portillo cercano al castillo, propiedad de los señores de Medina de Rioseco. En un documento municipal fechado en 1552 aparece una donación al hermano del Almirante Luis I, llamado Fadrique Enríquez, de un balcón que existía sobre dicha puerta y un espacio ajardinado contiguo “para que lo goze y tenga y haga en ello y dello lo que quisiere y por bien tuviere”. Unos años más tarde, en 1586 el ayuntamiento riosecano recogía en sus libros de cuentas los gastos en madera, piedra y demás materiales para convertir en ermita la puerta a la que se describe como “caída y muy maltratada”. Se recompuso entonces el arco, de la manera que hoy vemos, y se colocó el oratorio sobre una base de tres arcos, realizados en piedra.

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Arreglos tras el derrumbe del suelo de la ermita en los años 70.

El lugar sagrado, de planta cuadrangular, se edificó en ladrillo, con una ventana de arco de medio punto sobre la puerta de entrada a la ciudad (que más tarde se tapió) y un balcón hacia el lado de la Calle la Cuesta, donde se colocaba la imagen titular de la capilla y se decía la misa el día de la fiesta. Debido a la estrechez del lugar, la sacristía se reducía a un cuarto de escasísimas dimensiones, pegado a la capilla y a los restos de la muralla medieval, e iluminado por una pequeña ventana con reja, que es la que se ve a la izquierda del Arco, en la fotografía de este artículo. A ambos espacios se accedía por una escalera de piedra, que se encontraba en la pared contraria a las gradas actuales y cuya situación exacta puede verse en el plano que aportamos, realizado para la restauración de dicha construcción en 1976. El arreglo estuvo motivado por el derrumbe de parte del suelo, situado junto al altar de la Virgen, que se llevó consigo parte de las yeserías barrocas de la zona, las pinturas de dos pechinas y la inscripción que corría bajo la cúpula. La restauración sacrificó el espacio de la sacristía, reubicó las escaleras de la capilla en el lado de la muralla y eliminó, desacertadamente, algunas piedras de la parte superior de ésta.

El altar que a adorna, es una pequeña pieza barroca, que delata la pérdida de partes ornamentales, especialmente en el ático del mismo. Mientras que la Virgen es una escultura de bastidor, compuesta por una cabeza (con peluca de pelo natural) y manos talladas y policromadas y un armazón cónico en la parte inferior. Una curiosidad, conocida solamente por los encargados de quién la visten cada año, es que conserva pegado al torso un corpiño de terciopelo rojo, original del siglo XVIII.

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Planos para la restauración de la capilla, donde pueden observarse los desperfectos y el diseño original del edificio.

La custodia de la imagen santa y de su “residencia” es su cofradía titular, formada en su mayoría por vecinos de las calles aledañas (Almirantes, Costanilla, La Cuesta, Fueravilla…) y de algunas mujeres riosecanas que tiene por nombre María de las Nieves. La amabilidad de dicha cofradía (agradezco especialmente su colaboración a Jesús Brizuela Margareto y a Javier Ubal Martín) nos permite hoy el acceso al libro histórico de actas, donde se detalla la historia de la misma, desde su refundación en el año 1873 y que detallaremos en nuestra próxima colaboración.

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