[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=8X9wdWFo-Yk[/youtube]
Si existe el colmo de los colmos de un setero, sin duda este tiene que ser que una mañana encuentre que una seta ha nacido en el suelo de su cocina. El caso es que, aunque pueda parecer una broma, eso mismo es lo que le ha pasado al aficionado riosecano a la micología y amante de la naturaleza Luis Anta cuando hace unos días, al entrar en la cocina de la pequeña casa que tiene en una huerta, se encontró con la increíble sorpresa que entre la plaqueta del suelo y el rodapiés había crecido un delicioso ejemplar de seta de cardo (Pleurotus eryngii).
Hay que recordar que lavozderioseco.com fue el primer medio de comunicación que se hizo eco de este regalo de la naturaleza que con el paso de los días, tras se publicado también por El Día de Valladolid, llegó el miércoles por la tarde a todos los hogares del país por medio del programa Gente de la Primera de Radio Televisión Española.
A pesar de su larga experiencia en el mundo de las setas que comenzó cuando de niño acompañaba a su padre en su Fuentelapeña (Zamora) natal, Luís Anta nunca había visto una seta tan grande de cardo con cerca de un kilo de peso, “ya que lo que se da otras veces son varias juntas”. El riosecano cree que el preciado hongo habría nacido con alguna de las esporas que se habría caído al suelo desde la cesta después de alguna de sus salidas para recolectar setas.
Aunque la seta habría crecido en los últimos días, habría pasado desapercibida al estar debajo de la pata de una mesa. “Lo realmente increíble es que haya nacido sin tierra y sin los cardos, ya que esta seta suele salir por la descomposición de las raíces de los cardos”, añade el aficionado a la micología que en Tierra de Campos ha recolectado más de 20 tipos de setas diferentes y que pierde el número de las que sabe distinguir
Para Anta, su hallazgo demuestra “lo increíble y sabia que es la naturaleza” y “viene a recordar la importancia de salir con una cesta de mimbre a coger setas con la intención de que las esporas se vayan dispersando”.
A Luis Anta le hubiera gustado conservar de recuerdo la seta, pero dadas las grandes posibilidades de que se pudriera antes de que se convirtiera en un fósil, el riosecano procedía el martes por la mañana a cortar la seta con la intención de cocinarla al ajillo, quizás como el más sabroso premio a su inquietante hallazgo.