¿Qué conexión tenía el riosecano Rodrigo Álvarez Pinto con la familia de comerciantes Pinto de nuestra ciudad, a la que ya hicimos referencia en anteriores artículos? A pesar de compartir el mismo apellido y el mismo origen, la relación entre ambos no está demostrada. No se han encontrado aún documentos que demuestren la pertenencia de Rodrigo al linaje riosecano de los Pinto, pero tampoco otros que aseguren lo contrario. Mientras que en el caso de Rodrigo, por el desarrollo posterior de la familia, es claro su origen judeoconverso, en el caso de los Pinto riosecanos, no lo es. En 1493, un año después de la conversión obligatoria de judíos decretada por los Reyes Católicos, los Pinto riosecanos ya estaban asentados en nuestra ciudad desde hacía tiempo. Varios documentos guardados en la Real Chancillería así lo demuestran, así como la pertenencia a la religión cristiana al menos desde varias generaciones atrás, confirmada por la ocupación de sus miembros de importantes cargos administrativos municipales, reales y parroquiales, que exigían esta cualidad para detentarlos.
Conviene contar que cuando el capitán Lucas Pinto fue propuesto para ocupar el cargo de gobernador en Guatemala, el rey Felipe II al ver el apellido mandó indagar sobre su posible origen portugués y judío, que le imposibilitaría para tal puesto. Las investigaciones realizadas demostraron lo contrario, por lo que el puesto le fue concedido y en su relación de méritos, Lucas Pinto afirmó que sus antepasados eran hidalgos y que habían “servido siempre a la corona en todas las ocasiones de paz y guerra que se an ofrecido”. También hay que decir que era muy común en aquel momento la manipulación de árboles genealógicos, testigos y antepasados familiares, que maquillaran un pasado políticamente incorrecto para el estilo de vida de la época.
En cualquier caso, la relación entre Rodrigo Álvarez Pinto y los Pinto, es muy posible, aunque aún no está probada. Y si hay algo que sacamos en limpio, como conclusión de esta historia, es que la intolerancia religiosa, privó a España y a Medina de Rioseco de la inteligencia, la cultura y la riqueza creada por los prósperos negocios de estos hombres de negocios. De no haber existido durante siglos en nuestro país Inquisición, ni conversiones obligatorias, ni antisemitismo. De no haber habido en España esa obsesión por las limpiezas de sangre, por vivir de las rentas y de la apariencia, por considerar indigno el trabajo manual, por poseer un título de hidalguía y demostrar legalmente ser descendientes de lo que comunmente se llama, la pata del Cid, invirtiendo en ello las fortunas familiares… De no haber sido por todo ello, lo más probable es que hoy los españoles gozaran de la misma situación económica que los Países Bajos y Medina de Rioseco disfrutaría de la prosperidad que tiene cualquier ciudad holandesa de hoy. Una buena lección que aprender.
Ponemos fin a este relato con dos fotografías, en las que se muestran las ricas encuadernaciones en piel y oro, de los libros de la colección Pinto, hoy en el mercado anticuario, y un retrato de Joseph de Pinto, padre del famoso Isaac de Pinto.