El año 1935 supuso un hito en la historia de la Semana Santa, ya que por primera vez desde la existencia de hermandades, cofradías y procesiones de penitencia en Medina de Rioseco, se suspendía la celebración de las mismas. Las circunstancias políticas del momento eran muy graves, España estaba al borde de una guerra civil, los distintos partidos políticos estaban llegando a un límite insoportable de enfrentamiento y las distintas facciones, de un bando y de otro, cada vez extremaban más sus posiciones y sus acciones.
La cercanía de la celebración de la proclamación de la II República, hizo que las autoridades civiles del momento aconsejaran al Ayuntamiento de Rioseco la suspensión de las históricas procesiones, para no coincidir con las celebraciones civiles y, en teoría, evitar revueltas y desórdenes, que podrían venir provocados por grupos anticlericales. Esta petición se venía realizando desde años atrás, aunque un año tras otro, el Ayuntamiento riosecano había desoído tan absurda petición, amparándose en la «tradición ininterrumpida de siglos» y a la «atracción turística» que suponían las mismas. Sin embargo en 1935 no pudo ser y las autoridades locales decidieron la suspensión de los actos procesionales, y curiosamente -como afirman varios testigos presenciales de aquel año- con posiciones a favor y en contra entre la propia población: con riosecanos indignados por tal decisión y con otros «iluminados» solicitando la venta de las imágenes de los pasos y el reparto del dinero que se obtuviese entre la población.
La suspensión no se decidió hasta el último momento y prueba de ello, es este artículo aparecido en la revista Blanco y Negro, en el que se promociona la Semana Santa riosecana de aquel año, con una fotografía del paso de La Escalera, de principios de siglo, y un rimbombante texto de Esteban García Chico que dice lo siguiente: «La castellanísima Medina de Rioseco, señorial y severa, religiosa y española, en cuyo nombre parecen resonar atambores del romancero, tuvo siempre a gala la muy honrosa del extraordinario esplendor de su Semana Santa, a la que prestaron y seguirán prestando altísima dignidad artística grupos escultóricos como éste, debido al genio de Gregorio Hernández».