Luis Ángel Lobato y su poesía volverán a ser protagonistas esta tarde en Valladolid. Esta vez el lugar será la Casa Zorrilla (calle Fray Luis de Granada 2), donde se ha organizado la actividad Fui yo quien tuvo ese sueño, en la que los amigos del poeta riosecano Fidel Santamaría y Diego Irimia conversarán sobre la poesía de Lobato, quien también participará en el acto con una lectura de algunos de sus poemas. La actividad empieza a las 20.00 horas.
Vallisoletano del 58, Lobato lleva más de tres décadas de quehacer literario, y su producción, si despaciosa, se mantiene fiel y constante. Con este, su quinto poemario, vuelve a plasmar un personal universo donde su yo lírico se enfrenta a la resistencia natural de lo cotidiano, y ensaya un renovador itinerario para convertir la íntima existencia en lugar propicio para la memoria.
Si ya, en su citado Lámparas, su voz se adentraba por las esquinas que conocen la realidad y el sueño del amor, ahora, su decir, explora la metamorfosis a la que debe someterse el espíritu humano para destejer las trampas del tiempo y despojarse, a su vez, de las hebras y tejidos que oscurecen la existencia. Sabedor de que es necesario ser incesante centinela del espacio que el ser humano ocupa (“Vigilo la calle/ como cuando te esperaba”), Luis Ángel Lobato puebla sus versos de instantes en los que el ayer, es imprescindible experiencia para afrontar cuanto resta por vivir.
Veinticuatro poemas conforman el volumen, que se vertebra como un aliento único, y por el cual gravita de forma predominante un solitario hálito amatorio: “Bajo a la calle y busco tus palabras/ entre las travesías del tiempo./ “Perdóname -dijiste-,/ me he equivocado/ alejándome de ti”./ Esa misma noche/ te besé/ para extirpar esa dolencia/ que absorbe como una herida/ la respiración/ y poder seguir viviendo”. Y pleno de vitalidad, sí, y a través de un sabio instinto lírico, se iluminan estos instantes, que orillan su mirada en las remembranzas de escenarios pretéritos y aún encendidos. Porque muchos son los momentos que, en clave de precisos años -1984, 1996, 2000…-, va el poeta pespunteando, al hilo de este viaje, de esta cuasi sentimental biografía: “Hoy,/ cuando tú no estás/ y el peso/ del desamparo/ envejece mi vida/ en otra vida extraña, oprimo en mi puño/ el rótulo firme de un juramento,/ aquel calor/ que tú me regalaste”.
El pulso emocional que recorre el conjunto, deviene en un verso en donde se adivina una fabuladora riqueza expresiva. De esa virtud, Luis Ángel Lobato extrae su verbo más revelador y de su intensa comunión con el alma, pareciera brotar su intención primera: “Deshacer/ el curso del dolor/ y rendir/ los significados de la palabra/ nombrándote: así se inventa el lugar/ donde se cumplen/ los sueños de los hombres: así/ quisiera escribirte”.
Al cabo, su discurso tiene una vena indagatoria, que camina entre la perplejidad y la observación, y de su plural registro surge su autenticidad. Una cuidada construcción, nos acerca un caudal de imágenes, donde se articulan lenguaje y vida, poesía y pensamiento, creando una tensa emoción que estiliza la escritura: “Amarte, como muere/ la vida,/ es definitivo albergue,/ sacrilegio/ sagrado (…) Toco/ el hielo vegetal de los cristales./ Desde el enigma/ de sus surcos/ se ha astillado una frágil paradoja”.
Un libro, pues, que trata de aprehender las interiores galerías del alma, que pretende colorear los mapas imborrables del tiempo, y que se tornan, aquí y ahora, aladas y emotivas evocaciones: “¿Qué será/ de nuestra muerte cuando el amor/ se haya ido?/ ¿Qué ensueños cultivaré/ sobre los tejados azules/ de la infancia?”.
Jorge de Arco – En otro Lunes
Revista Hispanoamericana de Cultura