La Espiga: un siglo y cuatro generaciones endulzando paladares


Llevan más de 100 años, y durante cuatro generaciones, endulzando los paladares de los riosecanos y de los vecinos de la comarca. Llevando hasta sus mesas el pan de cada día. Hablamos de la panadería de La Espiga, uno de los establecimientos con más solera de la Ciudad de los Almirantes que destaca por su pan candeal, sus pastas de piñón, la rosquilla de palo y la sabrosa torta de chicharrón.

En pleno corazón de la calle Mayor de Tierra de Campos, el dulce olor del obrador y el despacho de pan de la Espiga no deja indiferente a nadie. Sus manjares, tampoco. Mariposas, tortas de chicharrón, pastas de piñón o almendras, bollos de aceite pueden disfrutarse en los diferentes despachos con el sabor de siempre. Y aunque la crisis también ha llegado al sector, Jesús Sordo Vián, propietario del negocio, asegura “funcionar como toda la vida, con ilusión y constancia que es cómo el trabajo da sus frutos”.

La historia de La Espiga se remonta a los últimos años del siglo XIX, concretamente a 1898, un año significativo para España. “Es un negocio de tradición familiar y nosotros somos la cuarta generación. La casa se fundó en la localidad de Rueda y posteriormente se trasladó a Valladolid, con despachos en la calle de Santiago. Años después llegaron hasta Rioseco hasta el día de hoy, aunque hace unas tres décadas se volvió a abrir un despacho en Valladolid”.

Gracias al tesón a la constancia, el sacrificio y la capacidad de trabajo de Jesús Sordo, La Espiga se ha mantenido en pie y tiene asegurado su futuro elaborando “con humildad grandes productos de repostería y panadería”.

Desde su creación se han elaborado todo tipo de panes, aunque actualmente “el pan lechuguino y la espiga son las estrellas del pan candeal castellano que tenemos el privilegio de elaborar”, explica su propietario. A lo largo de su historia tuvo el honor de recibir varios premios en diferentes exposiciones internacionales de panadería como París, Roma o Barcelona y también fue reconocida por sus productos de repostería con Madrid como cliente principal.

Sordo explica que uno de los momentos “más entrañables es cuando algunos ancianos llegan a la casa y piden rosquillas de palo o ensaimadas porque les recuerda los sabores de su niñez”. Sabores igual que los de hace cien años y que perdurarán muchos más en esta Espiga que brota en mitad de la calle Mayor.

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