Fotografías Fernando Fradejas
Fue tan intensa la emoción vivida en la procesión extraordinaria del Nazareno de Santiago, tantos los recuerdos, tantas las lágrimas derramadas, que hasta el cielo se abrió y lloró con fuerza justo en un momento histórico donde, nazarenos del ayer, algunos octogenarios, mecían -con la suavidad de quien algo quiere mucho- sobre sus hombros al Señor de Rioseco.
El desfile de Gloria llegaba a la Rúa Mayor, a la altura de la calle de Santa María, donde siempre en Rioseco se han bailado los pasos. Comenzó a sonar la marcha Andando y con sentimiento, interpretada por la Agrupación Musical del Nazareno de Santiago, dirigida por Manuel Calvo.
Entonces un cadena de siempre, Lino Margareto, ordenaba el ‘oído a bailar’. El tiempo retrocedía y por un momento, los catorce veteranos cofrades volvían a sentir en su cuerpo y, sobre todo, en su alma esa profunda y desgarradora sensación de llevar en hombros un paso riosecano de Semana Santa. Ver a Manuel Moras cargando junto a su hijo, dando ánimos y vítores, fue una escena que emocionó a los cofrades del Nazareno.
Luego, la lluvia; los conjuntos escultóricos de Nazareno de Santiago y la Santa Verónica que tuvieron que acelerar casi hasta la carrera en busca del cobijo de la iglesia de Santa Cruz. La procesión se deshizo y la desilusión se apoderó de todos. Hubo que cantar la Salve a la Virgen de la Dolorosa en el interior del templo, antes de que el cadena ordenara el ‘oído a rezar’ con el que poner fin a esta procesión extraordinaria con motivo del centenario de la reorganización de esta popular hermandad.
Al menos, la lluvia no impidió algunos emocionantes y ya imborrables momentos. Como cuando todos los hermanos se reunieron en un mañanero refresco en Casa Manolo. Allí los veteranos, como en sus años mozos, volvieron a ser tallados. Y cuando el Pardal, acompañado de la Agrupación Musical, casi como si de un Jueves Santo se tratase los fue a recoger, para iniciar un improvisado desfile (de gremios) y acudir a la Iglesia de Santiago.
El templo, que da apellido al Nazareno, lucía rebosante con los dos pasos en el presbiterio. Junto al Mayordomo de la cofradía, José Férnández Abril, las varas de las tres hermandades que conformaron la Vera Cruz –Oración en el Huerto, Flagelación y Dolorosa– presidían la eucaristía, que predicó el párroco Juan Carlos Fraile.
Las emociones se desbordaron cuando uno de los cofrades de más edad, Manuel Moras, rezaba por los hermanos difuntos y golpeaba en el tablero a la voz de oído, para agarrarse con ahínco en esas andas que talló junto a su hijo, el recordado José Agustín Moras. Los veteranos como Julián Fernández y Anselmo Blanco, entre otros, dieron una lección de pundonor y experiencia sacando el paso con suavidad y maestría, ante los ojos vidriosos de sus hijos y sus hermanos cofrades.
Tras el Nazareno, La Verónica. La procesión ya estaba en marcha y recorrió la calle Mediana y Santa María, a esas horas aun aún soleadas. La Banda de la Preciosísima Sangre de Valladolid y la titular del Nazareno pusieron la nota musical a un concurrido cortejo, alumbrado por los hermanos -ataviados con traje y pañuelo- y las hermanas, muchas de ellas de mantilla negra o blanca.
Fueron momentos emotivos, donde muchas personas que no son de la cofradía pudieron coger un poso, como el alcalde Artemio Domínguez, o los concejales Julio Galván y José Manuel Margareto, además de algunos miembros de la Junta Local de Semana Santa.
La jornada finalizó con una comida de hermandad en el restaurante El Cortijo, con un menú muy semanasantero a base de alubias blancas y lechazo, a la que asistió el pregonero de la Semana Santa 2016, José Ignacio Foces. El presidente de la Junta de Cofradías, Julio de las Heras, clausuró los actos de centenario y el presidente de la hermandad, Ramón San José, junto al resto de su junta directiva, agradeció a todas las personas que han hecho posible la celebración de esta intensa efeméride. El Nazareno ya sueña un nuevo Jueves Santo.
Fotografías David Carpintero