A medio camino entre el pueblo y la ermita de Castilviejo, encontramos a nuestra izquierda una casa emblemática para muchos riosecanos. Otros quizá no hayan reparado en ella, puesto que no deja de ser una casa de adobe tan integrada en el paisaje que ella misma acoge las tonalidades predominantes de los campos de alrededor. Esa casa es capaz de aglutinar varias tonalidades a lo largo del día, y no digamos, de estación. Basta con observarla con detenimiento, algo que no hacíamos de pequeños quienes ante la simple mención de ‘la casa de la viruela’ salíamos corriendo, ya fuera en bici o a pie. Imagino que se trataría de un lugar donde se recluiría a los enfermos que padeciesen la viruela, pero me gustaría conocer algo más sobre ella. Un halo misterioso rodea la mencionada casa que ahora he podido fotografiar para seguir reparando en ella y en el cartel que hay colocado en la puerta: «Nada de valor, no hacer daño, por favor!”.
La Casa de la Viruela en el camino de Castilviejo
Rosa Blanco