Iglesia de Santiago. Jueves Santo. Media mañana. Visitantes, cofrades y riosecanos cumplen con la norma no escrita de visitar los diez conjuntos escultóricos que, horas más tarde, llenarán de belleza las calles riosecanas. Dos jóvenes, frente a uno de los pasos, hablan de la suerte que han tenido este año. Sacarán el paso y no habrá preocupaciones con la lluvia.
– ¿Te acuerdas de las tres procesiones consecutivas que tuvieron que suspenderse por la lluvia?
– Como para no acordarme, aunque hoy nos vamos a asar con este calor y las túnicas de terciopelo.
– Mejor pasar calor que no estar mirando al cielo para ver si llueve.
Los pasos ya se han terminado de acicalar. El Nazareno de Santa Cruz viste ya su centenaria túnica, La Oración del Huerto presume de su nuevo olivo, y La Dolorosa tiene ya las sencillas flores que adornan la austeridad de los tableros.
Una hora más tarde, la calle Mayor es un hervidero. Reencuentro de algunos cofrades que viven lejos, un concurrido y animado vermú y a comer, pues hay que acudir al refresco; ese entrañable acto de hermandad, ofrecido por el Mayordomo, y que es uno de los momentos más intimistas y alegres de cada cofradía.
Los hermanos que tendrán la fortuna y el orgullo de sacar el paso, se aferran a sus horquillas. Va a comenzar el desfile de gremios, un cortejo tan genuino como emocionante en Rioseco.
El Pardal recorre, uno por uno, todos los refrescos de las nueve hermandades de Jueves Santo. Apretones de manos y abrazos entre los Mayordomos y comienza esa procesión cívica. Desde la sede de la Junta de Cofradías acudirán al Ayuntamiento, para invitar a las autoridades que acompañarán a las cofradías en la procesión del Mandato.
Música, paso ligero, orgullo en los portadores y en los hermanos que sirven el paso, que lucen con solemnidad la Vara Mayor de su Cofradía. Hace calor, mucho calor, y aquel refrán de que ‘Hay tres jueves que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión’ cobra significado.
El desfile de gremios se deshace en la iglesia de Santiago, donde en apenas hora y media comenzará la procesión. Pero antes, Santos Oficios para recordar la instauración de la eucaristía y el lavatorio de los pies de los apóstoles y, más tarde, el traslado, bajo palio, del Santísimo hasta la iglesia de Santa María, donde queda expuesto para su adoración.
Ahora ya sí. El momento es inminente. Son las 19.30 horas, media hora antes de lo habitual los Pasos vuelven a salir a la calle. El Pardal con su toque único y desgarrador llama al inicio de la procesión. Los hermanos de La Oración en el Huerto se arrodillan ante su paso y rezan por aquellos hermanos difuntos y enfermos. Comienza la maniobra. En la calle, cientos y cientos de personas, aplauden el momento. El paso de La Rosa ha salvado la cancela de la puerta y ya descansa en los hombros de sus catorce cargadores. Turno para el resto de cofradías: La Flagelación, Jesús Atado a la Columna, Ecce Homo, Jesús Nazareno de Santiago y la Santa Verónica, Nazareno de Santa Cruz, La Desnudez, Santo Cristo de la Pasión y Dolorosa.
La procesión se hace silencio en la calle Mediana, en el ábside de Santa María y en la calle Pablo Iglesias. Los sonidos del Jueves Santo impresionan: Pardal, el golpe seco de los tapetanes, las horquillas –que sirven para asentar el paso en los descansos- resuenan contra el pavimento, la voz del cadena al grito de oído ordena los posos. Las Bandas ponen música a un multitudinario desfile que ya alcanza la bulliciosa Calle Mayor. El silencio se ha roto por cientos y cientos de espectadores que se agolpan bajo los centenarios soportales de la Rúa Mayor y que no callan.
En apenas unos instantes comienza el tradicional baile. Los conjuntos se mecen dulcemente al ritmo de la música en un momento bello en la Semana Santa de Rioseco. Comienzan los relevos, descanso para los cofrades que sacaron el paso, por riguroso orden de lista. Ahora le toca al turno al resto. Ya no importan las edades. Los hermanos más mayores se entremezclan con los más jóvenes bajo el áspero madero.
La procesión avanza hacia su fin. Pero antes uno de los momentos entrañables y únicos en la Pasión: La Rodillada. Los pasos reverencian con una ligera genuflexión a la Virgen de la Cruz, que preside el camarín superior de la Puerta de Ajújar. Un último esfuerzo y las diez escenas que representan la Pasión de Cristo desde su agónica Oración en Getsemaní hasta el dolor de su Madre en la Crucifixión se armonizan ante la iglesia de Santiago. La Salve resuena en Rioseco, ante la Virgen Dolorosa, con fe y sentimiento.
Cerca de cinco horas después, los pasos vuelven a entrar en las iglesias, despacio, en otro momento imponente. Un último rezo por los hermanos difuntos y los diez pasos ya descansan saboreando una nueva procesión. La satisfacción y la sonrisa de los cofrades, tras cumplir con la centenaria tradición, lo dice todo. Abrazos, felicitaciones y algunas lágrimas. Durante las cenas de hermandad, habituales en casi todas las cofradías, sirven para rememorar los mejores momentos del desfile y, en definitiva, para seguir haciendo hermandad. Una hermandad que, en Rioseco, se llama Semana Santa.