La antigua cofradía de San Juan Bautista y sus fiestas


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte


En escasas semanas tendremos de nuevo con nosotros la fiesta de San Juan, para la que desde hace unas décadas se ha diseñado un programa en el que diversos actos, como los taurinos o las verbenas, se han convertido en clásicos imprescindibles. Lejos quedan las primitivas y verdaderas fiestas de San Juan, que en muy poco o nada se parecían a las actuales.

En 1564 se fundó en Medina de Rioseco la cofradía que honraba al Bautista y que se encargaba de organizar las actividades para festejar el 24 de junio. En el Archivo Histórico Provincial de Valladolid, se guarda este interesante documento fundacional, en el que se describe con todo detalle las normas de actuación de los cofrades y los distintos aspectos de los actos que realizaban.

La cofradía estaba constituida por los cofrades, el alférez (especie de mayordomo actual) y cinco diputados, que eran elegidos por los componentes durante la mañana de San Juan, en reunión celebrada en casa del alférez. Ocupaban la presidencia de honor los Almirantes de Castilla y su hijo mayor, el Conde de Melgar, que se unían a las celebraciones que organizaban los cofrades, si coincidía su estancia en Rioseco con la fiesta de junio.

El día de la víspera, o sea el 23, los cofrades se reunían a caballo en la casa del alférez y de allí iban hasta el palacio ducal, para recoger a sus presidentes honoríficos y una vez todos reunidos, desplazarse hasta Santa María para escuchar la misa. El regreso también se hacía pasando por la morada del Almirante y el mismo itinerario se volvía a repetir el día 24, tras escuchar la misa cantada, so multa de dos ducados.

Terminada la liturgia del día de San Juan y al llegar a la casa del alférez, éste les invitaba a comer, con la condición de tomar las viandas sin bajarse de la montura. Una vez terminado el menú se iban a pasear por las calles y a continuar la fiesta. Ya por la tarde, los cofrades organizaban unos juegos de cañas, una especie de torneos a caballo en los que se simulaban pequeñas batallas y otras habilidades ecuestres. En ellos los cofrades riosecanos se dividían por cuadrillas, cada una de ellas con un color diferente y a las órdenes de uno de los diputados o del alférez, sin que las cuadrillas fueran más de seis.

El espectáculo comenzaba con un desfile en la Plaça (es decir, la Plazuela de Santa Ana, que entonces era la plaza mayor riosecana), al que seguían lo juegos de cañas y que terminaba con todos los cofrades reunidos en medio de la plaza, rodeando al alférez, que llevando el estandarte de la hermandad, se lo entregaba al nuevo alférez elegido. La cofradía terminaba la fiesta con un desfile hasta el palacio del Almirante, al que se unía la música que había amenizado el espectáculo. La cofradía se encargaba de pagar los atabales, las trompetas y el adorno de la plaza.

En la imagen que acompaña este texto (lienzo conservado en el Museo Municipal de Madrid), se muestra unos juegos de cañas celebrados en la Corte, muy similares a los que se organizaban en Rioseco cada año por San Juan y que contaban con la misma afluencia de público (hoy que recordar que Rioseco por aquel entonces era una de los municipios más grandes de Castilla). En junio de 1970, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, organizó en la plaza Mayor de la capital española, precisamente, una reconstrucción histórica de este tipo de  festejos en la que participaron los hermanos Peralta, como puede verse en la fotografía adjunta, ataviados con unos trajes un tanto fantasiosos.

Y es que con sólo un poco de empeño, esta y otras tradiciones podrían recuperarse de nuevo. Reorganizar la riosecana cofradía de San Juan Bautista y recuperar sus tradiciones, o resucitar la Sacramental de Santa María (que conserva varas y custodia), para volver a celebrar la procesión riosecana del Corpus con todo el esplendor pasado, no es difícil ni costoso. Daría más vida a la ciudad y añadiría dos motivos más -a los muchos que ya tiene- para el atractivo turístico.

share on: