En los tiempos en los que las hambrunas, las enfermedades y las guerras eran el pan de cada día, pocas soluciones había para alejarlas más que el encomendarse a Dios y a los santos. Organizar rogativas y procesiones eran entonces la única salida a la alta mortalidad, la peste y las malas cosechas de las ciudades. Y si, tras celebrar dichos actos religiosos, un municipio se veía salvado de tales desgracias, sus habitantes establecían un acto de agradecimiento a perpetuidad al santo protector, acto que era conocido como voto.
Medina de Rioseco, como cualquier ciudad española de antaño, tuvo sus votos y un libro de acuerdos de 1582 conservado en el archivo municipal, pasa lista de ellos y los califica como de obligado cumplimiento y con una antigüedad “inmemorial”.
La lista de votos de la entonces villa de Rioseco empezaba con el Ángel Custodio. La procesión se dedicaba al arcángel San Miguel y se realizaba el primer jueves de mes y los dos días dedicados a él en el antiguo santoral, durante los meses de mayo y septiembre. La comitiva realizaba un recorrido desde la iglesia de Santa Cruz hasta el hospital de Santa Ana, a la que acompañaban las insignias de la parroquia y los representantes del ayuntamiento y de los sacerdotes riosecanos.
Santa Brígida era otra de las santas con voto y para conmemorarlo se hacían tañer las campanas de las iglesias durante toda la noche del primero de febrero. Lo mismo que ocurría con San Albín el primero de marzo, en que también se hacía una procesión. El día 12 de ese mes se recordaba el voto a San Gregorio de nuevo con una procesión en la que el Ayuntamiento aportaba tres achas de cera y al acabar, repartía esas achas entre las parroquias. Le seguía el voto a Santo Toribio el 16 de abril, con otra procesión y reparto de limosnas y el de San Isidro el 14 de mayo (según el santoral del momento), con procesión, misa y limosna.
El mes de mayo se dedicaba al voto a San Agustín, celebración que volvía a repetirse en el mes de agosto, igual que el de San Urbán, el 25 de mayo, celebrado con una procesión. A continuación estaba el de San Pedro de las Cadenas el primero de agosto y el de San Ponciano, el 27 de noviembre, cuyas reliquias se guardaban en la parroquia de Santa Cruz en un relicario de plata, situado sobre la puerta de la sacristía, junto al altar mayor.
De antaño nos viene a los riosecanos actuales la afición por las procesiones. Entre votos, desfiles penitenciales, sacramentales, bendiciones, rogativas, traslados, visitas reales y almirantales, ferias comerciales y festejos varios, Rioseco y los riosecanos no tenían momento para el aburrimiento.