Galo Sánchez, ilustre catedrático y riosecano en el anonimato

El abogado José Antonio Pizarro escribe el perfil de este hombre de leyes, dedicado por entero a la vida universitaria en el 120 aniversario de su nacimiento

José Antonio Pizarro García

Desde hace ya demasiado  tiempo personajes abyectos, desvergonzados, sin ninguna cualidad ni mérito adquieren extraordinaria relevancia pública  jaleados por los medios de comunicación, con regocijo de la ciudadanía en cualquier  aldea de el país. El hecho es lamentable en sí mismo. Una patología. Pero más aún si se considera que personas con una brillante trayectoria  profesional permanecen, o han permanecido, en el anonimato durante muchos años incluso donde  deberían ser un paradigma. Abundan los ejemplos de uno y otro signo. Don Galo es uno de ellos. Nacido en Rioseco  el 25 de marzo de 1892   fue uno  de los más ilustres catedráticos de la  universidad española de la primera mitad del siglo veinte. Pese a ello  no ha tenido, ni siquiera en su pueblo natal, el nombre de una calle,  de un centro escolar,  una biblioteca, un aula, ni una semblanza biográfica desde aquí, profesional y humana, acorde con su categoría, hasta hace cuatro días. Lo de la calle se enmendó, en parte, mediante acuerdo de la Corporación Municipal  en Enero de 2005. La semblanza la ha trazado con buena prosa, sensibilidad    y conocimiento  Fernando Pizarro en su libro El Fulgor de la Ceniza (páginas 165 a 170), publicado el pasado año.

La pretensión de Fernando era perfilar un retrato en escorzo, una aproximación al profesor y al hombre, sin entrar en profundidades, dado el contenido de conjunto del libro. No estará demás algún apunte sobre su dimensión académica coincidiendo con el aniversario del nacimiento de don Galo, hoy hace 120 años, y la generosa acogida  de lavozderioscoseco.com.

Tras concluir la carrera de Derecho obteniendo matrícula de honor  en todas las asignaturas, y obtener por oposición la cátedra  de Historia del Derecho a los 27 años en la Universidad de Murcia, pasó después a las de  Oviedo, Barcelona y Madrid. En su etapa de formación habitó en la Residencia de Estudiantes, el mítico centro cultural/intelectual de aquellos años,  coincidido en otra institución también clave –el Centro de Estudios Históricos-, surgido de la Junta de Ampliación de Estudios, orientado por la influencia de de don Ramón Menéndez Pidal y don Eduardo de Hinojosa, otro ilustre historiador del Derecho, fundador de la denominada Escuela de Hinojosa. Con algunos de  cuyos discípulos fundó Galo Sánchez en 1924 al Anuario de Historia del Derecho Español, publicación pionera, clave y emblemática en el ámbito de la historiografía jurídica en España; Anuario del  que llegó a ser director de 1942 a 1948.

Sobre un panorama por entonces yermo de publicaciones, da a la imprenta su Curso de Historia del Derecho (1932), obra excelente y rigurosa, centrada en el estudio de las fuentes para el conocimiento de nuestra historia jurídica y que, por su importancia, fue el libro de texto en el que estudiaron la asignatura varias generaciones de universitarios españoles, desde su publicación  hasta mediados  los años setenta.

Galo Sánchez centró en gran parte su actividad investigadora en el aludido estudio de las fuentes del Derecho, pero abierto a la realidad de toda la vida jurídica. Una realidad que abarcaba el Derecho consuetudinario. Es conocida su atención por determinados temas de interés histórico-jurídico, tal es el caso del Libro de los fueros de Castilla (primero de los intentos de reunir el conjunto del derecho de aplicación general en Castilla) que don Galo data en la mitad del siglo XIII. En 1924 edita las Fazañas -sentencias que a veces sentaban jurisprudencia y en ocasiones eran dadas conforme al libre albedrío del juez-, cuyo estudio lleva a concluir al profesor que los jueces castellanos, en la Edad Media, eran creadores del derecho de Castilla.

Dedicado por entero a la vida universitaria (con lecturas y traducciones en latín, alemán y francés), y asiduo  al Ateneo madrileño, su trayectoria pública fue una proyección de su compromiso con la Universidad y   la Republica. En 1931 fue nombrado Director de la Sección de Fueros del Instituto de Estudios Medievales del Centro de Estudios Históricos. En 1932  consejero -en la Sección de Universidades- del Consejo Nacional de Cultura, órgano consultivo que por entonces tenia encomendada la más alta misión orientadora en el desarrollo de la cultura y actividad científica  en España. En reconocimiento de su labor intelectual, académica, le fue concedida La Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

Tras su jubilación, regresa definitivamente a Rioseco en 1962, donde fallece el 23 de agosto de 1969 en la misma casa en  que había nacido.  Cuarenta y tres años que nos dejó.  Antes de que transcurran otros tantos tal vez un día nos encontremos con la sorpresa de que en la calle dedicada a don Galo  se decidan a  colocar la placa con su nombre. Estos  trámites  requieren maduración y tiempo.

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