A José Ángel Gallego y David Carpintero
En alguna ocasión dije ante el micrófono de LaVoz que la aparición cotidiana de este digital, mes a mes, año tras año, me parecía un milagro. Ha durado más de lo razonablemente previsible. A lo largo de este tiempo he dejado constancia aquí, en varias ocasiones, de la importancia que para Rioseco tenía la publicación, y el mérito de quienes lo hacían posible. A fin de no repetirme remito a los lectores interesados, como botón de muestra, a tres artículos: Quijotes.com, Cinco años y un día, y Los lugares de una leyenda, nuestros lugares. Siempre me han parecido más oportunos y justos los reconocimientos y homenajes en vida que los póstumos.
Decía Camilo José Cela, en una de sus típicas butades, que los españoles suelen tener dos preocupaciones básicas: saber con quién se acuesta el prójimo e indagar cuánto dinero gana ese mismo acosado y sufrido prójimo, culpando a esos curiosos y chismosos de la histórica decadencia española y de la vergonzosa circunstancia de que no se haya conservado ni una sola cuartilla de Cervantes, entre otras pérdidas no menos dolorosas. La Voz, pudiendo haber incurrido en ese vicio y tentación -tan de pueblo, fácil y a la mano- no cayó en él. Por el contrario, con rigor y profesionalidad ha mantenido en pie durante casi ochos años un periodismo de sorprendente nivel para los medios humanos y económicos disponibles. Sólo viable desde la generosidad de sus artífices. No han dejado que se extraviase ni una sola cuartilla de Cervantes, han servido puntalmente toda la actualidad y rescatado datos y documentos del pasado. Todo lo cual nos ha ayudado a saber mejor quién y cómo somos, lo que hemos sido. El paso del tiempo y la perspectiva hará ver con más claridad la importancia de todo ello, el vacío y pérdida que supone el fin de la publicación.
Por otra parte, su hemeroteca (en todos los soportes documentales) se ha convertido en una fuente de conocimiento cuyo mantenimiento resulta imprescindible, si es que existe una mínima sensibilidad y estima de nosotros mismos como pueblo. Mantenerla tendrá un coste económico. La información digital ha traído el espejismo de que todo es gratis. Si instituciones o patrocinadores sufrieran la ceguera de no verlo, desde aquí lanzo la sugerencia de que los particulares, mediante una suscripción popular -a cuya lista ya me apunto- apoyemos la fórmula para conservarlo.
Resulta paradójico y doloroso que cuando las posibilidades tecnológicas para difundir información hacen que esta sea más abundante e instantánea que nunca para saber lo que ocurre en cualquier rincón del mundo se rompa ahora el cordón umbilical que nos unía, daba noticia de nosotros mismos, proyectando tanto y tan lejos lo mucho que Rioseco y su gente pude dar de sí.
La noticia del cierre, además de amarga, es preocupante en cuanto tiene de síntoma: el continuo empobrecimiento –en todos los ámbitos- de Tierra de Campos, y un horizonte cada vez más nublado.
A todos los que habéis hecho posible el milagro se os agradece el empeño y os deseo lo mejor. En particular a José Ángel, en vísperas de un nuevo reto y aventura personal, quizá más apasionante y arriesgada que la del periodismo… Suerte, torero. Y si vuelves a este esta plaza, que la reaparición sea tan triunfal como la de Antoñete en Las Ventas. Soñar sí es gratis.