Podía haber elegido el camino más popular de los clásicos (quizás más fácil y cómodo) con Chopín, Beethoven, Rajmáninov, Prokofiev, Schubert, Schumann, Debussy, Chaikovski, Bartók, Brahms, Gershwin, Liszt o Albéniz. Sin embargo Diego Fernández Magdaleno se decidió por el de la música contemporánea española (quizás más difícil y arduo) con Albert Sardá, Armand Grébol, Benet Casablancas, Carles Guinovart, Carme Fernández Vidal, Carlos Cruz de Castro, Claudio Prieto, Dolores Serrano, Francisco García Álvarez, Jesús Legido, José María García Laborda, Josep Soler, Teresa Catalán o Tomás Marco, entre otros.
Una decidida y constante apuesta por la música del tiempo que le ha tocado vivir, por unos compositores que han acabado siendo buenos amigos. Es el diálogo vivo y directo de un intérprete con los autores. Una extraordinaria labor que el pasado viernes quiso reconocer el Rotary Club de Valladolid con la entrega al pianista riosecano del premio Servir 2012 durante una cena benéfica que se celebró en el Casino de Castilla y León, en Boecillo, con el objeto de recaudar fondos para ayudar al Hospital Comarcal en Belle-Fontaine, de Haití, que todavía sufre las consecuencias del terremoto que asoló este país en enero de 2010, así como destinar recursos económico para la erradicación de la poliomielitis en el mundo, un proyecto que siempre está presente en las acciones del Rotary Club, además de intentar mejorar la vida de personas afectada por alzheimer y daño cerebral adquirido.
Junto al pianista riosecano también fue galardonada la asociación Teléfono de la Esperanza por su dedicación altruista y anónima a la mejora de la salud emocional de las personas. Fue el actual presidente del Rotary Club de Valladolid, Eduardo Pascual, el encargado de entregar la rueda que simboliza la cadena de ayuda de la fundación humanitaria más antigua del mundo a los dos premiados.
Durante el acto, Fernández Magdaleno, según recogió El Norte de Castilla, reconoció que el premio le ha “emocionado” porque, precisamente, “todo lo que tiene que ver con la música contemporánea es lo menos difundido”. Además, señaló que “le hace especial ilusión haber sido galardonado junto al Teléfono de la Esperanza”, una entidad que desarrolla una gran labor social.
En su intervención el riosecano recordó las palabras de Gottfried Benn, “Vivir es echar puentes sobre los ríos que pasan”. En este sentido, en declaraciones a La Voz de Rioseco señaló que “esa frase puede sintetizar el espíritu de esa noche, la idea de que lo verdaderamente nuestro es aquello que uno ha entregado. Cada vez creo con más fuerza en eso”. Sin duda este nuevo premio viene a ser otra forma de agradecer a Diego Fernández Magdaleno que se haya empeñado en levantar ese largo puente que, una y otra vez, nos permita llegar a la música contemporánea española.
Diego Fernández Magdaleno, en el umbral de la leyenda; por José Antonio Pizarro
Gusta Diego de citar a Baruch de Spinoza, el holandés que pulía lentes, dejó una obra cumbre del pensamiento –La Ética demostrada según el método geométrico– y murió a los cuarenta y dos años. Sin haber llegado a esa edad, Diego tiene ya un currículo denso como el de un cincuentón aplicado y talentoso. Amén de su capacidad, dedicación y esfuerzo, ello es así porque desde jovencísimo (joven lo es aún) encontró la tecla exacta que tocar, algo que a otros les lleva toda una vida, o no encuentran nunca. Spinoza nos dice: “Todo, en cuanto es, se esfuerza en perseverar en su ser”. Y añade: “El esfuerzo con que cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser no es sino la esencia actual de la cosa”. Es decir, yo soy este deseo de continuar existiendo que me mantiene en vida. En esto consiste mi esencia. Diego lo ha encontrado en la música, particularmente en el estudio e interpretación de sus contemporáneos.Un día cualquiera, en su domicilio familiar, Tere le recrimina por enésima vez que sea más ordenado con sus libros, cuadernos y papeles. Tras el propósito de enmienda del infractor Tere sonríe, escéptica e incrédula. Entre lo extraviado, un apunte de lectura: “De lo que se trata es de que el hombre acceda él mismo a su morada” (Hans-Geor Gadamer). Incluso en el desorden aparece, como cabo suelto, la idea diáfana, persistente, de un rumbo nítidamente definido; la evidencia de lo que nuestro hombre, perseverante, se trae entre manos sin que nada le distraiga, camino a su morada.
Ahora, tras esta distinción del Rotary Club, en cuyo acto de entrega pronunció unas breves palabras, esenciales, poéticas, generosas, de claridad profunda (autorretrato, en suma); ahora, digo, sus enemigos estarán al acecho por si entre los libros y papeles con que a veces callejea en la mano se le cae una nota, dirección o tarjeta de alguna logia… Entonces, en torno a él, comenzará el fragor de la leyenda.