Por fin comienzan las obras para la instalación de Las Edades del Hombre. Cuando apenas restan tres meses para que comience la exposición más importante de Castilla y León, que este año acogerá las iglesias de Santiago, en Medina de Rioseco y Medina del Campo, las obras de acondicionamiento del templo riosecano han comenzado.
De esta forma, operarios de la empresa Blape colocan un espectacular andamio que cubrirá todo el retablo mayor de la iglesia de Santiago de los Caballeros, para que los restauradores puedan llevar a cabo su limpieza. Los dos retablos laterales que coronan el imponente ábside también serán intervenidos, aunque en este caso los técnicos accederán a él a través de un elevador. Ayer, uno de los restauradores comprobaba in situ el estado de los dos altares barrocos. Según confirmaron a este diario los propios operarios, aún restan por lo menos cuatro o cinco días para que la estructura de metal del andamio, que permitirá acceder hasta las zonas más recónditas de esta joya en madera, que cuenta con una altura cercana a los veinte metros.
Asimismo, durante esta semana se ha conocido que el bello óleo sobre cobre Resurrección de Cristo, de la colección permanente del Museo de San Francisco, estará presente en la exposición de Las Edades del Hombre, aunque no se no se sabe si será irá expuesto en Rioseco o en Medina del Campo.
Perteneciente a la iglesia de Santiago, en este óleo, atribuido al pintor flamenco Gabriel Frank en el siglo XVII, Jesús asciende triunfal, confundiendo a los guardianes del sepulcro que huyen atemorizados. La composición se basa en grabados de pintores manieristas de fines del siglo XVI, quizás a través de misales de la misma época.
Esta magnífica obra se expone en el Museo de San Francisco en el crucero de la iglesia junto a los óleos sobre cobre, del mismo autor, titulados Resurrección de Lázaro, Conversión de San Pablo y Resurrección de Cristo, y los del también pintor flamenco Gerard Seghers conocidos como Educación de la Virgen, Sagrada Familia o Virgen de la Uvas, Apoteosis de la Eucaristía y Desposorios de la Virgen.
Otras piezas que durante esta semana se han conocido que estarán en la exposición son las tallas del Ecce Homo, de Alejo de Vahía de la iglesia de Gatón de Campos, y del Cristo Resucitado, de la iglesia Ampudia, atribuido a Pedro de Ávila, y la bella custodia procesional de Cristóbal de Vergara, de 1560, y la cruz relicario, de procedencia italiana, de la Colegiata de San Antolín de Medina del Campo y depositadas en la Fundación Museo de las Ferias de esta localidad.
En forma de templete cuadrangular con arquillos geminados, la ornamentación de la custodia de Cristóbal de Vergara, que fue restaurada hace años por Antonio Zúñiga, corresponde a un instante de pleno Renacimiento con mascarones, panoplias, medallones con bustos, amorcillos, unicornios y animales fantásticos. La estructura arquitectónica se sustenta sobre pilastras en las esquinas, unidas a columnas abalaustradas de abigarrada decoración y adosadas al cuerpo central por una garra en la parte superior. Además de los elementos superpuestos o de las planchas repasadas con el cincel, tanto en la base como en el coronamiento aparecen figuras de bulto fundidas, de interesante calidad plástica. Los cuatro evangelistas, los soldados dormidos del sepulcro y Cristo resucitado, están realizados en cobre posteriormente dorado, como sucede con la mayor parte de la custodia, lo que ayuda a explicar la ausencia de marcas de autoría o contraste, sirviendo para abaratar los costes.
Fue García Chico quien, a partir del testamento del platero Cristóbal de Vergara redactado en 1573, documentó la pieza al señalar el dinero que le debía la Colegiata tanto por los materiales como por la ejecución de la custodia.
Por su parte, la extraordinaria cruz relicario, de cobre sobredorado, datada en 1500, fue donada a la iglesia de San Antolín de Medina por su primer gran benefactor, el obispo Juan Ruiz de Medina, cuyas armas se recogen en el reverso de la pieza. El cuerpo de la cruz es de tipo recruzado y en él se abren veintiuna celdillas -dieciséis de formato rectangular y cuadrado, respectivamente en los brazos y extremos, y cinco circulares en los cruceros- donde se hallan pequeñas reliquias dispuestas según un estricto orden jerárquico e identificadas por unas cartelitas manuscritas en latín y tipos góticos.
El nudo presenta un medallón circular en el que aparece, en el anverso, un fino relieve sobrepuesto que representa, de medio cuerpo, al Ecce Homo, rodeado por la inscripción «O DOMINE IHS XPE MISERERE NOBIS»; en el reverso, aparece el escudo de armas partido en palo de Ruiz de Medina, rodeado por la leyenda «IO DE MEDINA EPS SEGOBIEN ET ABBAS DE MEDINA» que recuerda dos de las dignidades que ejerció durante los últimos años de su vida, concretamente entre 1502 y 1507. El blasón está formado, a la siniestra, por cuatro bandas de oro sobre campo azur y, a la diestra, por trece bezantes de plata, también sobre campo azur, que se corresponden respectivamente con las antiguas y modernas armas utilizadas oficialmente por la villa de Medina del Campo; un cordón con seis anudados recorre la bordura de este escudo que está timbrado con el capelo episcopal de doce borlas, elementos heráldicos que se repiten de manera idéntica en los blasones laureados que encontramos en los contrafuertes que refuerzan la capilla mayor de la Colegiata de San Antolín y cuerpos bajos de la torre, partes construidas bajo su mecenazgo durante los primeros años del siglo XVI. Asimismo, en una de las misericordias de la sillería de coro de la Catedral de Astorga -sede que ocupó Don Juan Ruiz entre 1489 y 1492- hemos visto un escudo de armas similar, que recoge las mismas figuras heráldicas aunque en diferente medida, circunstancia quizá debida a la propia adaptación material del blasón al apoyo citado.
De un elemento moldurado nace el pie de la pieza, de planta hexagonal estrellada, que está profusamente ornamentado en su superficie con motivos vegetales cincelados; sobre cada uno de sus lóbulos aparecen las letras «D P» -quizá la marca del artífice o las iniciales de una oración- y de las seis puntas arrancan otras tantas pequeñas pilastrillas molduradas entre las cuales, formando el grueso del apoyo, hay nuevas labores, ahora fundidas, que dan a la pieza cierta airosidad.
En términos generales, esta obra presenta las características formales y decorativas de las piezas italianas de comienzos del XVI; la propia concepción de la obra, el relieve del Ecce Homo y los motivos vegetales del pie -como bien apunta Arias Martínez – son elementos muy alejados de los habituales en la producción hispana de fines del gótico, lo que permite pensar en una obra de importación, encargada o adquirida por el Obispo en alguno de sus últimos viajes a Roma. Según informaba hace unos días El Norte de Castilla, la custodia de Cristóbal de Vergara y la cruz relicario estarán presentes en la sede de Medina del Campo.