El Románico y el Gótico en tres crucificados


Texto extraído del Catálogo de Passio

El primer crucificado es una escultura tardorrománica de la segunda mitad del siglo XII procedente de la iglesia parroquial de San Juan Bautista de la localidad zamorana de Gema, en cuyo coro llegó a verla Gómez-Moreno. Según refiere el célebre arqueólogo, tenía cruz de gajos pintada de verde y las manos con los dedos separados. Fue rescatada fortuitamente del fuego al que la tenían destinada por considerarla una imágen irrisoria, momento en el que perdió sus brazos.

El segundo Cristo crucificado pertenece a uno de los tipos iconográficos más interesantes de la plástica gótica. El Crucificado de las Huelgas Reales de Valladolid forma parte de un grupo relativamente numeroso de obras distribuidas por territorio castellano en el que son rasgos definitorios del grupo el alargamiento del rostro, con mejillas hundidas y pómulos muy marcados; la expresión de intenso sufrimiento, con rictus de dolor y boca entreabierta, que permite ver los dientes; la cabelleras en mechones agudos y cónicos (en algunos casos echos de estopa pintada), que caen como la barba, sobre el pecho, la corona con gruesas espinas, los brazos descarnados casi verticales vencidos por el peso del cuerpo y las manos que se agarrotan en torno a los clavos, la caja torácica muy dilatada marcando las costillas de manera casi expresionista.

Por último el crucifijo de Alejo de vahia ha sido dado a conocer recientemente en el que si bien no hay certeza de la ubicación original de la imagen, actualmente conservada en la iglesia de Santa María de Villafáfila (Zamora), la tradición oral asegura que pertenece de la desaparecida ermita de la Vera Cruz. La restauración llevada a efecto en el Taller de Las Edades del Hombre ha rescatado el primitivo aspecto de la imagen al retirar la burda capa de pintura que la recubría y modificaba su apariencia salvo en el paño de pureza y en la parte superior de las piernas. Tras esta limpieza la atribución a Alejo Vahia se confirmaba plenamente y que eleva ya a veintitrés el número de crucifijos que pueden ser considerados del escultor o de su taller. La corona de espinas formada por dos ramas de espino trenzadas, el tratamiento del rostro así como las particularidades de la anatomía se repíten en las obras que se le atribuyen.

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