La cordillera de Santiago Mitre, It de Andrés Muschietti, El último traje de Pablo Solarz Morir de Fernando Franco, La correspondencia de Giuseppe Tornatore… son algunas de las películas de excelente calidad e interés que están en las pantallas este mes de octubre, aparte de las que se reseñarán a continuación. Tras el festival de Venecia y el de San Sebastián, llega la SEMINCI de Valladolid que se celebrará entre los días 21 y 28 de octubre, inaugurada con The bookshop de Isabel Coixet, y clausurada con Sage femme de Martin Prevost.
¡Madre! de Darren Aranofsky (El luchador, Cisne negro…), es, aparentemente, un thriller de terror: en una tranquila casa de campo viven felizmente una pareja (Jennifer Lawrence y Javier Bardem); ella se dedica a restaurar y decorar la mansión, en tanto que él, que es poeta, pasa por un periodo de bloqueo creativo. A esa casa llegará por casualidad un individuo perdido y confuso (Ed Harris), que será acogido con entusiasmo por el marido y con recelo por la esposa. Tras este personaje oscuro llegará su mujer (Michelle Pfeiffer), no menos inquietante, y tras ellos sus hijos cainitas y otros personajes que irrumpen en la casa y en la vida de la pareja como modernas plagas bíblicas… En este proceso, la desazón de la esposa irá in crescendo, coincidiendo además con su embarazo, en tanto la parálisis creativa del poeta será sustituida por un furor creador relacionado directamente con la admiración o, más bien, adoración de todos los huéspedes incómodos que han invadido la casa. Mientras la mujer sangra y la casa se desangra literalmente, el marido poeta, en cambio, ve colmado su narcisismo gracias a esas masas de adoradores que invaden la mansión como una peste… La destrucción acecha.
Aranofsky ha querido explicar esta trama como una metáfora ecologista en su presentación en el festival de Venecia. Es una metáfora obvia sobre la situación de nuestro planeta. Pero la película va más allá, mucho más allá. Pues este film tiene algo de cosmogonía, con su ciclo de nacimiento y muerte, y con su eterno retorno de destrucción y creación. La película comienza mostrándonos el resultado de la destrucción, el apocalipsis, para inmediatamente regresar al principio de la trama, a su renacimeinto: la casa en paz, la pareja feliz, la llegada del personaje extraño e inquietante.
Esta idea se sostiene en la película con una puesta de escena subyugante, donde la casa, por ejemplo, es un personaje vivo y herido más, con la aportación de unos actores en estado de gracia, con la fotografía y la música componiendo un todo capaz de producir en el espectador una conmoción brutal… O, al menos, esa es la sensación que tuve durante toda la proyección. Una de las películas con mayor de ambición de llevar la expresión artística a sus límites que haya visto este año.
-Detroit de Kathryn Bigelow (En tierra hostil), con guion de Mark Boal, es una inmersión en los disturbios raciales y sociales que se produjeron en esa ciudad en 1967, y que la convirtieron en una auténtica zona de guerra. La intención de la directora no es tanto contarnos los orígenes y causas de la discriminación racial, la degradación social de los barrios de Detroit o meramente narrarnos los hechos como en un documental. Su intención, como en sus filmes anteriores, es sumergirnos literalmente en los episodios que va a narrar. La directora busca la autenticidad, la fisicidad, la intensidad insoportable: que sintamos el olor, el miedo, la claustrofobia que están sintiendo los personajes, transmutados en los personajes “reales” que vivieron los hechos. Esta es la pretensión, evidentemente, tan arriesgada como discutible de la directora. En esa falta de distanciamiento se corre el riesgo de caer en el género, en el espectáculo, aunque yo creo que no cae…
Por lo tanto el montaje del film, la puesta en escena, la música, el uso de la cámara al hombro, las extraordinarias interpretaciones, se ponen a servicio de ese fin: situar al espectador en medio de los disturbios, del caos, de la debacle del espíritu que es una batalla -y esta lo es- donde la humanidad queda en suspenso, y donde la violencia y la muerte son la únicas “leyes” que rigen el comportamiento.
Bigelow despacha las causas y orígenes de los disturbios con breves trazos -no le interesan, los da por sabidos-, introduce luego a los personajes de forma impresionista y efectiva y desde ahí salta al clímax de los sucesos: el motel donde se producen los hechos más salvajes dentro de la violencia incontrolada de esas jornadas. En ese motel, algunos policías, aprovechando la impunidad que les proporcionaba el caos, desataron sus peores instintos racistas y sexistas y sometieron a tortura y asesinaron a tres personas, a tres negros, evidentemente. Ese elemento sexista -los negros están con dos blancas- es un hecho determinante para desencadenar la brutalidad policial.
Película discutible en su forma de acercarse a los hechos, pero ejercicio cinematográfico impactante, irreprochable en su formato.
–Blade runner 2049 de Denis Villeneuve (La llamada, Incendios…). Para los espectadores que admiramos Blade runner de Ridley Scott desde la primera vez que la vimos en 1982, y que hemos seguido viéndola y amándola desde entonces, enfrentarse a esta segunda parte, secuela, o como se quiera denominar, era un riesgo y una tentación. Cabía la decepción, lo contrario, o algún terreno intermedio… En todo caso era inevitable y muy gozoso ir al cine, sentarse y ver lo que un gran director como Villeneuve había conseguido rodar. Para ser claros, quien esto escribe ha visto la película dos veces casi seguidas (un viernes y un lunes posterior) con dos impresiones diferentes. En la primera prevalecía la sensación de que la película no tenía la épica y la lírica de la primera, y que nos contaban una historia fría, distante… En la segunda ocasión, he visto otra película: un film con un buen guion de Hampton Fencher, una fotografía impresionante de Roger Deakins, una música potente que acaba regresando a Vangelis, pero que también se atreve con el silencio, y unos personajes con gran fuerza, interpretados por Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Sylvia Hoeks… Una película con una factura impecable, tal como sabe hacerlo este director, con un inicio genial, y que enlaza la trama de su film con la trama del Blade runner original y con sus personajes de forma oportuna y delicada, para construir una fábula sobre la memoria y sus espejos, y sobre la esperanza de los “replicantes” de alcanzar, por sus propios medios, eso que podríamos llamar su “humanización” a través de la lucha y el sacrificio, de ser necesario.
¿La magia de la primera película lo tiene esta segunda? El tiempo y las generaciones lo dirán. Aquí dejo un apunte porque sería necesario un tratado para desarrollar todas las cuestiones que desencadena. Una película que además, en su suma de aciertos, no puede descuidar el espectáculo y la comercialidad. Para todos, ¡todos!, los públicos.