Aquel 14 de julio del año 1808, en el que tuvo lugar la famosa batalla que nosotros conocemos como de El Moclín, y fuera de nuestro entorno se denomina de Rioseco, estuvo repleto de pequeñas y terribles anécdotas. Poco a poco, a fuerza de hurgar en archivos y bibliotecas, y del impagable trabajo de los historiadores profesionales, van saliendo a la luz todas aquellas historias de la Historia riosecana. La que hoy vamos a relatar, como ya advertimos en el pasado reportaje que publicamos, tuvo como protagonista también a un joven polaco.
Joachim Hempel tenía 21 años cuando tomó parte en esta batalla de la Guerra de la Independencia. Había nacido en Pulawy, en una familia de arquitectos, tradición que él mismo siguió hasta que decidió alistarse en 1807 en el regimiento de caballería formado en Varsovia en ese año, y que formaría parte de las tropas auxiliares a las órdenes de Napoleón.
En la contienda ocurrida en Medina de Rioseco participaron un total de cuatro escuadrones polacos completos, es decir, medio regimiento, que el Mariscal Bessières puso a las órdenes del archifamoso y temerario Lasalle. En esta acción bélica, en la que destacaron sus compañeros de filas y paisanos Vincent Radziminski, Vincent Szeptyçki, Joseph Iankowski, Antoine Iankowski (hermano del anterior) y Alexandre Broçki, Joachim Hempel fue herido y hecho prisionero. En el campo de batalla llegó a recibir seis sablazos en la cabeza y se libró de ser rematado allí mismo, según relataba él mismo años más tarde, gracias a que sus oponentes eran soldados regulares del Ejército de Galicia. Esa y que los españoles vieron que “sabía rezar en latín y portaba un escapulario”, fueron las razones por las que, en su opinión, aquel día Hempel, salvó su vida.
Malherido fue llevado como rehén a una bodega del convento de Santo Domingo, permaneciendo allí moribundo durante las horas que duró el combate y que tardaron las tropas francesas en ocupar la ciudad de Rioseco y en enterarse de su paradero. Rescatado de su cautiverio, Joachim Hempel fue trasladado al hospital de sangre instalado en el monasterio de San Francisco. Logró reestablecerse de sus heridas y participar en otras 29 batallas, entre ellas la de Leipzig, conocida como “de los Tres Emperadores” y algunas de la Campaña de Rusia. Acabó su carrera castrense con el rango de Teniente Coronel y se le concedió la Cruz de la Legión de Honor, entre otras condecoraciones.
Ya retirado de la vida militar, regresó a su tierra natal donde se casó, tuvo varios hijos y murió en 1874 en Tuchowiczu y allí aún hoy permanece su tumba. En esta ciudad polaca residen aún sus tataranietos que guardan como oro en paño los objetos personales pertenecientes a este soldado napoleónico, sus retratos y sus condecoraciones. Tres años después de su muerte, un descendiente suyo escribió su biografía, basada en relatos orales del protagonista, y en los que Joachim Hempel opinaba que la batalla de Rioseco fue una “contienda injusta”, por la valentía con la que los españoles defendieron su causa.