Nueva entrada en estos Cuadernos del Naturalista que firma Gonzalo Franco Revilla y que en esta ocasión dedica a uno de los árboles más populares y representativos de la Península Ibérica: el olivo. Una especie que se ha puesto muy de moda en los últimos años en la localidad riosecana con una plantación de más de 150 hectáreas donde se elabora un exquisito aceite: Pago de Valdecuevas.
Nombre y características botánicas: El olivo (Olea europaea), olivera, o aceituno, es un árbol perennifolio, longevo, que puede alcanzar hasta 15 metros de altura, con copa ancha y tronco grueso, retorcido y a menudo muy corto. Corteza finamente fisurada, de color gris o plateado. Hojas opuestas, simples y persistentes de 2 a 10 cm. de largo, lanceoladas con el ápice ligeramente puntiagudo, enteras, coriáceas, glabras y verdes grises oscuras por el haz, más pálidas y densamente escamosas por el envés, cubiertas de tomento y ceras grisáceas. Flores poco conspicuas bisexuales o polígamas, con corola blanca. Florece de abril a junio y el fruto madura durante el otoño.
Hábitat y Ecología: El olivo es una especie típicamente mediterránea adaptada al clima de la zona. Muy presente en los paisajes de la Península Ibérica como un elemento más de los ecosistemas mediterráneos y de su cultura. Aunque es una especie rústica presenta también una serie de requisitos que limitan su área de distribución preferentemente a zonas de clima mediterráneo. Es sensible a las heladas, si bien puede soportar temperaturas de hasta -10 °C, aunque la resistencia al frío es una característica que depende de las variedades. Las altas temperaturas son perjudiciales, sobre todo, durante el periodo de floración. Aunque se encuentran olivos en muy variadas zonas, parece desarrollarse mejor en áreas con una pluviometría comprendida entre los 600-800 mm/año.
Usos y Etnografía: Es el árbol más longevo del arco mediterráneo y uno de los árboles a los que mayor utilidad y rendimiento ha sacado el hombre desde tiempos inmemoriales. Cultivado por su aceite, aprovechándose además su madera, leñas, ramón para el ganado e incluso los mismos huesos de las aceitunas como combustible.
En algunas regiones se emplea el acebuche como patrón de injerto de variedades de olivo. Esto se cree que ya se hacía hace varios miles de años por el hombre que poblaba la cuenca mediterránea. La madera es muy dura, homogénea y compacta, de color amarillento aceitunado de hermoso veteado, jaspeada en el duramen con venas finas de color marrón oscuro. Muy apreciada y de fácil pulimento, sobre todo de la cepa, que se utiliza para ebanistería y tornería, parquet y suelos. Es también muy buen combustible. En primaveras secas se pueden alcanzar densidades en el ambiente de más de 8.000 granos de polen por metro cúbico.
El fruto del olivo se llama aceituna en el sur de la península, aunque también recibe el nombre de oliva en el centro-norte de España y en el resto de idiomas españoles (catalán, vasco, gallego, aragonés, aranés y leonés). En Hispanoamérica se usan indistintamente ambos nombres, aun cuando para evitar cacofonías al aceite se le llama aceite de oliva, y las denominaciones de origen recogen “aceite de oliva” como término legal.
La aceituna es un fruto en el que se distinguen las siguientes partes: pedúnculo o rabillo, epicarpio o piel, mesocarpio o carne, endocarpio o hueso y embrión o semilla. La aceituna va experimentando cambios en su coloración al tiempo que engorda, desde un verde intenso al comienzo de su cuajado, a un verde amarillento según va desarrollándose; aparecen manchas púrpuras al iniciar el envero, sigue una tonalidad púrpura azulada, para terminar, cuando alcanza su madurez plena, en una tonalidad negro azulada. La propagación del olivo puede ser: sexual o por semilla (reproducción), y asexual, vegetativa o agámica (multiplicación) a partir de porciones o fragmentos vegetativos de la planta madre. La multiplicación o propagación vegetativa es utilizada en casi todos los casos, ya que permite el mantenimiento de los clones, es decir, la obtención de material genéticamente uniforme.
En la propagación vegetativa se utiliza un trozo de planta, a la que se denomina planta madre. De ella se obtienen una o varias plantas genéticamente iguales a la planta de la que proceden. El olivo es un árbol que posee una gran capacidad de regeneración a partir de las yemas latentes que posee. También produce con mucha facilidad raíces adventicias, por lo que su multiplicación es fácil. El olivo se cultiva en la actualidad en muchas regiones del mundo con clima mediterráneo, tales como Sudáfrica, Perú, Chile, Argentina, Australia, Israel, los Territorios Palestinos y California y en áreas con otros climas templados como Nueva Zelanda. En el mundo se conocen cerca de doscientas variedades de olivo.
En España, la antigüedad de las variedades actuales se remonta al inicio de su cultivo. Existen referencias de que las variedades conocidas en la actualidad ya lo eran en el siglo XV. Para producción de aceite de oliva tendríamos entre las más importantes: Picual o Marteña o Lopereña o Nevadillo blanco, Picudo, Hojiblanca, Verdial, Arbequina, Empeltre, Cornicabra y Lechín. Para la producción de aceituna de mesa tendríamos: Manzanillo, Gordal, Morona o Dulzal, Budiega o Morcaleña y Cornezuelo. El olivo es el símbolo ordinario de la paz.
Estaba consagrado a Minerva, por cuya razón se la ve en muchos monumentos con un ramo de olivo en la mano de donde se le dio el nombre de Pacífera. El olivo, considerado como símbolo de la paz, lo era también de la victoria y de la castidad. Los nuevos esposos llevaban en Roma guirnaldas o coronas de olivo y coronaban igualmente con él los muertos que conducían a la pira. Era asimismo el atributo de los guerreros triunfadores y el premio de los vencedores en los Juegos Olímpicos. Un olivo herido por el rayo era un presagio cierto según la opinión de los augures de la ruptura de la tregua. Virgilio, para dar a conocer que el reinado de Numa Pompilio, segundo rey de Roma, fue pacífico, lo representa con un ramo de olivo en la mano. Este mismo en las medallas de los emperadores indica la paz dada o conservada a sus Estados. El ramo de olivo que se da en España y se ve en muchas de sus medallas y otros monumentos indica que esta región producía y era abundante en aceite. Se ve representada la paz sobre algunas piedras sepulcrales de los primeros cristianos con una paloma que tiene en el pico un ramo de olivo aludiendo a la que soltó Noé desde el arca y volvió con el ramo de olivo anunciándole la desaparición de las aguas.
El olivo silvestre estaba particularmente consagrado a Apolo. Solía plantarse delante de los templos y en sus ramas se colgaban las ofrendas y las armas antiguas. La maza de Hércules era de esta madera y de la misma se hacían los cetros de los reyes. En el pabellón de la ONU, la corona de ramas de olivo en todo el mundo simboliza la paz universal. Es muy conocido el huerto de Getsemaní (huerto de los olivos en Jerusalén), donde fue prendido Jesús. Curiosamente “sema” significa “oliva” en arameo y parece el origen ancestral de la palabra semilla. Y está muy presente en diferentes partes de los textos bíblicos, desde las parábolas de las doncellas hasta el domingo de ramos. El aceite de oliva está considerado por los principales nutricionistas como el mejor para condimentar, aliñar y guisar alimentos. En época romana se utilizaba como linimento en los cuerpos de los gladiadores y es recomendable por sus poderes antisépticos y calmantes como remedio inmediato para las quemaduras leves. Y para terminar un hermoso poema que Miguel Hernández dedicó a los olivos y a los andaluces de Jaén.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento…