El legado de Juan de Pendones


Teresa Casquete. Licenciada en Historia del Arte

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Hacienda Cayara, en Potosí (Bolivia), propiedad de Juan de Pendones

Ni una calle, ni una plaza. Ni un perdido callejón recuerda hoy a uno de los riosecanos más generosos con su ciudad natal y sus vecinos. La indiferencia, la ingratitud o la ignorancia han conseguido relegar en el desván del olvido a Juan de Pendones, un riosecano que hizo fortuna en América, y que dejó gran parte de sus bienes para el beneficio de los labradores riosecanos.

Juan de Pendones vino al mundo en un incierto año de la segunda mitad del siglo XVI. Nació en Medina de Rioseco, dentro del matrimonio formado por Francisco de Cuenca y María de Pendones, tal y como declaró en su testamento. En 1572 ya estaba domiciliado en la Villa Imperial de Potosí, que acababa de fundarse al abrigo de las riquísimas minas de plata de su cerro. En este municipio se estableció como hombre de negocios, llegando a alcanzar un alto nivel económico gracias al comercio de las piedras preciosas y el oro, pero principalmente de la plata y el azogue, nombre con el que entonces se conocía el mercurio. De hecho consiguió el monopolio de unas minas de este material, imprescindible entonces para trabajar en los yacimientos argentíferos.

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Hacienda Cayara, en Potosí (Bolivia), propiedad de Juan de Pendones

Además de su casa, cercana a la Compañía de Jesús (con algunos de sus miembros llegó a tener una estrecha amistad) tuvo otras posesiones. Entre ellas destaca un ingenio o hacienda agrícola situado en las cercanías de Potosí, que hoy se ha reconvertido en un museo y hotel rural con el título de Hacienda Cayara. En las fotografías que acompañan a este artículo puede verse el aspecto del edificio, típica construcción colonial del siglo XVI, con añadidos posteriores (como el escudo de armas) de los sucesivos propietarios que tuvo la explotación. La finca, de 4.000 hectáreas, posee un molino, un ingenio, una huerta, una capilla y una vivienda, en la que siglos más tarde llegó a alojarse el General José Sucre, héroe de la independencia boliviana.

Juan de Pendones murió en 1594 y fue enterrado en la catedral de Potosí. Ese mismo año hizo testamento, legando una importante cifra a su pueblo natal: 45.000 pesos “plata ensayada e marcada, con los que se comprarían mil y quinientos ducados de Castilla de onze rles, cada uno comprandolos en vienes raizes seguros y perpetuos para siempre jamas  en la villa de Medina de Rioseco o en su comarca”. Teniendo en cuenta que el valor de un peso de plata de la época equivalía a 450 maravedíes, y que el maravedí en esos momentos equivaldría a 0,20 euros actuales, tenemos que el total de lo cedido para su obra pía en Rioseco ascendía a algo más de 4 millones de euros.

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Hacienda Cayara, en Potosí (Bolivia), propiedad de Juan de Pendones

¿En qué se invirtió tan ingente cantidad de dinero? El erudito y amigo Francisco Pérez Garzón, en su obra “Los Pósitos historia de una institución agraria. El caso de Medina de Rioseco” (ISBN 84-922407-4-1), dedicó un amplio y bien documentado capítulo a esta obra pía.

Tras el fallecimiento de Juan de Pendones sin herederos directos, se procedió a la venta de todos sus “vienes y haciendas, inxenios y minas y demas vienes raíces”. Se nombró patrono de dicha obra pía a su sobrino Francisco de Pendones, que también vivía en Potosí y murió sin descendientes. Y se dividió el dinero en tres partes. La primera iría a construir una capilla en la iglesia de Santa María, donde Juan de Pendones había sido bautizado y a fundar dos capellanías. Otro tercio estaría destinado a suministrar la dote de mujeres huérfanas, para que pudieran casarse o entrar en un convento. Y la tercera parte se dedicaría a construir un depósito de trigo “para el socorro de labradores”. En él se recogerían 1.000 fanegas que se prestarían a los agricultores necesitados y que tendrían que devolver antes del 8 de septiembre, en especie y en la misma cantidad que la prestada. El montepío de granos funcionó hasta bien entrado el siglo XIX y fue saqueado en repetidas ocasiones por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Con gran violencia se destrozaron las puertas de este granero, se robó y se maltrató el trigo restante tras la batalla del 14 de julio de 1808. De nuevo las mismas tropas, esta vez acompañando al propio Napoleón Bonaparte, volvieron a asaltar el recinto en la Navidad de ese mismo año.

Las sucesivas malversaciones, malas gestiones y desamortizaciones, colaboraron en la desaparición de tan importante obra para la agricultura riosecana. El legado de Juan de Pendones acabó aglutinado junto a otros muchos en la Beneficencia Municipal, institución asistencial conocida en la actualidad como Fundación Sancti Spiritus y Santa Ana. Al menos aún se mantienen en pie los muros de aquel pósito, auxilio de labradores riosecanos. En la calle Carboneras pueden verse sus centenarias piedras y en cualquiera de las modernas vías que se abran en la ciudad, debe figurar como titular el nombre de tan insigne riosecano.

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Restos del Pósito de Juan de Pendones, en la Calle Carboneras.
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