Han sido tres años de lágrimas, de lluvia, de suspensiones, de decepciones. De mirar al cielo y no ver más que nubarrones negros. Tres años en los que en los cofrades solo había una mueca de tristeza e incluso de dolor. Parecía una maldición: tres Jueves Santo sin procesionar por culpa de la maldita lluvia que siempre hacía aparición minutos antes de comendar el desfile penitencial.
Nadie en Medina de Rioseco había conocido tener que suspender la procesión del Mandato en los últimos años y mucho menos hasta en tres ocasiones consecutivas. Pero al fin, el Jueves Santo riosecano lució, de nuevo, más que el sol: tres jueves hay en el año que brillan más que el sol… Amaneció este 17 de abril con una temperatura casi veraniega, con el astro Rey radiando con fuerza.
Y eso se notó en el ánimo de los cofrades. La iglesia de Santiago repleta de gente en una mañana donde se visitan los diez pasos que más tarde saldrán en procesión. Animado vermú y a primera hora de la tarde, los primeros refrescos. Ese convite del Mayordomo que sirve como reencuentro de hermanos con un café y una copa y ultimar la formación de los afortunados que sacarán el paso.
El tradicional desfile de gremios va recogiendo a las diferentes cofradías. Se forma un animado desfile que recalará hasta el Ayuntamiento para invitar a la procesión las autoridades. Tras los oficios, llega el momento tan esperado. Toque del Pardal, a las ocho en punto, y el primer paso, La Oración en el Huerto, se eleva en los brazos de sus cofrades para alcanzar las calles riosecanas.
Luego le seguirán Flagelación, Jesús Atado a la Columna, Ecce Homo, Nazareno de Santiago, La Santa Verónica, Nazareno de Santa Cruz, Jesús de la Desnudez, Cristo de la Pasión y La Dolorosa; un completo relato de la pasión de Cristo en diez conjuntos escultóricos de madera policromada que componen la procesión del Mandato.
La excelente temperatura, impropia de una Semana Santa, hace sudar a los cargadores que aguantan estoicamente el peso de sus pasos. Calle Mediana, Huesos, Pablo Iglesias hasta llegar a la Rúa Mayor, verdadera arteria de la Pasión riosecana, y se inician los populares bailes. Un movimiento cadencioso y armónico al ritmo de la música. Los pasos lucen en todo su esplendor y el relato abarca desde que Jesús ora desconsoladamente en el Huerto de los Olivos, hasta que es Crucificado y elevando sus ojos al cielo clama a su Padre.
Tras pasar por la imponente fachada de la iglesia de Santa Cruz, sede del Museo de Semana Santa, llegarán los relevos. Es hora de que los más veteranos y los jóvenes, que no tienen la edad para sacar el paso, puedan probar un ‘poso’ y sentirse partícipes de forma más intensa si cabe de la procesión. Plaza Mayor, calle de la Sal y la popular Rodillada, una reverencia que hace Cristo ante su Madre, la Virgen de la Cruz.
Por la calle Doctrinos se llega hasta el final del desfile, otra vez en la iglesia de Santiago. Frente a la clasicista fachada del templo, todos los conjuntos escultóricos arropan a La Dolorosa. Comienza uno de los momentos más emocionantes de toda la procesión: el canto de la Salve. Si en años anteriores esa canción fue entonada con tristeza e impotencia por no haber podido desfilar; esta vez la Salve suena dulce. En los ojos de los cofrades se ve la satisfacción del deber cumplido y resuena en su interior: ‘hasta otro año, si Dios quiere’. Los pasos entran ahora en la iglesia y la procesión toca a su fin. En la calle sigue haciendo una temperatura primaveral. Increíble; tanto como la belleza contemplada en este desfile del Mandato.