La imagen parecía sacada una fotografía de un San Juan de hace años. Por el calor, casi vareaniego, y por el llenazo que experimentaron los tendidos del coso de El Carmen. La causa lo merecía. El público riosecano y otros llegados de multitud de lugares de la geografía castellano y leonesa respondieron a la llamada de la Asociación Española Contra el Cáncer y casi 4.000 personas se dieron cita en el coso riosecano para ver un entretenido festival taurino que contó con muchos alicientes.
Lo de menos fueron los trofeos, hubo lluvia de ellos (hasta doce y un rabo). Fue más significativo ver al riosecano Jorge Manrique (tan fino como hace una década) vestirse de corto once años después y pisar el albero de la plaza de toros de su localidad. Manrique estuvo digno con el novillo de García Jiménez, y dejó el sello del toreo que un día atesoró. El brindis emocionado al cielo (suponemos que a sus padres) y una triunfal vuelta al ruedo fueron dos momentos para recordar.
Lo más artístico de la tarde lo dejaron tres diestros: Manolo Sánchez (que sustituía al lesionado Paquirri), especialmente en su saludo capotero y en algunas series muy templadas; Manuel Jesús El Cid, que parece que va recobrando la senda perdida y que -en una faena larga- consiguió momentos de exquisito toreo; y Leandro con muletazos cadenciosos con el marchamo de calidad de la casa. El alcalde de Valladolid, León de la Riva, en una barrera junto a la riosecana familia Gallego, empresarios del coso de Zorrilla, pareció disfrutar al ver a uno de sus predilectos.
Pero la expectación, sin lugar a dudas, era ver al pequeño de los Rivera en Rioseco. Cayetano llegó a la Ciudad de los Almirantes al filo de la media noche del viernes, no cenó, descansó largo y tendido, desayunó tarde, comió pronto y atendió cientos de autógrafos, de fotografías, de agarrones por querer tocar al ídolo. Luego torear, lo que se dice torear, no mucho. Es cierto que pechó con el más soso y rajado de la novillada de Hermanos García Jiménez, que dio buen juego en general. Pero al público tampoco le importó mucho, especialmente al sector femenino que no dejó en ningún momento de piropear al torero-modelo. Curro Vázquez, su tío y apoderado, no se fue muy contento por el novillo que le cayó en suerte a su pupilo, que afronta una campaña decisiva.
El Fandi, como siempre, un ciclón en banderillas, aunque no estuviera muy ajustado. El cuarto, al violín por aclamación del respetable. Luego voluntad y valentía, con muchos recursos, desplantes y rodillazos. Muy en su estilo. Igual que el novillero vallisoletano Jorge Escudero, quien quizá se pasó de faena en el final del trasteo, pero que estuvo aseado con su toreo de corte clásico. Brindó a Roberto Domínguez, buen espejo en el que poder mirarse.
Al final, felicidad. Por lo recaudado, por lo visto en el ruedo, por el ambiente taurino que hacía tiempo que no se respiraba en Rioseco, porque el tiempo acompañó, porque el público se lo paso bien, porque los toreros pudieron rodarse para la temporada que comienza y porque Jorge y Manolo, empresarios del evento, también volvieron a sentirse toreros en el redondel-decagonal del antañón Coso de El Carmen.
Galería fotográfica de Fernando Fradejas, David Carpintero, Rosa Blanco y Tomás Corral