El desaparecido cuartel de caballería de Rioseco


Teresa Casquete. Historiadora del Arte


Traemos hoy a esta sección un plano de 1764, en él aparece el proyecto de lo que iba a ser el cuartel de caballería de la ciudad. Dicho edificio fue levantado con dinero público del municipio y ocupado por el regimiento de Dragones de Villaviciosa. Aunque su ocupación duró muy pocos años, si tenemos en cuenta que ya en 1794 un fabricante local de mantas, llamado Ángel Álvarez García, solicitaba permiso para ocupar dicho cuartel «desalojado», con el fin de ampliar su factoría, dedicada a abastecer al propio ejército.

En esa escasa estancia quizá influyó gravemente un altercado ocurrido en 1789 entre los propios soldados y los riosecanos, durante la romería que se celebró el 13 de septiembre de aquel año en la ermita de la Virgen de La Era (conocida también como Lera). Desconocemos las causas, pero las consecuencias fueron de un soldado muerto y un coronel, un sargento mayor, varios oficiales, soldados y paisanos heridos. Quince de nuestros antepasados acabaron encarcelados en la Cárcel de la Chancillería y el caso fue resuelto en un tribunal militar.

Ventura García Escobar afirmaba en su colaboración en el «Semanario Pintoresco Español», que en 1804 el cuartel ya estaba abandonado, y que cuando se escribían esas líneas – medio siglo después-, era víctima de un abandono absoluto.

No sabemos si las obras de aquel grandioso edificio, quedaron aparcadas a raíz del incidente, pero si observamos detenidamente el plano del proyecto, casi debemos de añadir «por suerte». Y es que de haberse concluido en su totalidad, se hubiera visto afectada seriamente la Puerta de Ajújar, ya que sus muros hubieran servido de soporte al inmueble.

Gracias a este plano hoy podemos conocer como era el trazado de esta zona de la ciudad en la mitad del siglo XVIII puesto que vemos claramente, además de la Puerta de Ajújar, la Ronda de Santa Ana, la calle que rodeaba la parte trasera del Hospital del mismo nombre. Asimismo, vemos el puente que cruzaba el Río Sequillo, al que el ingeniero lo ha llamado «Jújar» y la cerca de la huerta del convento de San Francisco, apoyada en parte sobre la muralla de la ciudad, que en aquellos años, aún conservaba gran parte en pie.

share on: