Entre las muchas historias que guardan las piedras y el albero del centenario coso del Carmen de Medina de Rioseco algunas son trágicas y luctuosas como la cornada que recibió martín Echandia Urquijo, conocido como Chico de Basurto en una nefasta tarde del 29 de junio de 1922, cuando alternaba con Morenito ante novillos de la ganadería riosecana del Marqués de Villagodio.
En su libro El fulgor de la ceniza, Fernando Pizarro recrea la trágica escena: “En el patio, polvareda, saludos y rezos en voz baja. A las cinco en punto, un toque de clarín que rasga el aire. Y cuando (la boca seca, el sudor frío y el pulso en la garganta) pisa el ruedo enfundado en un vestido de seda desteñida y oro bruno, Martín es el sombrío retal de un sueño de sol y albero. Faena lucida a un utrero ensabanado y cornigacho. Media estocada. Entonces, con un derrote certero el pitón prendió el ojo y un grito partió la tarde. Confusión, barullo de subalternos que se apresuran a taparle la cara al toro. Y rebozado de sangre, de arena y de fracaso, Martín sólo es ya un pelele vestido de miedo y seda”.
El parte facultativo, según Pizarro, recoge que “durante la lidia del primer toro, ha ingresado en la enfermería el espada Martín Echandía, Chico de Basurto, con una fractura de paredes orbitarias y vaciamiento ocular. Pronóstico muy grave”. Falleció días más tarde, el 8 de agosto, a los 29 años pero antes se dejó fotografiar en el patio del hospital. Como recoge el autor del El fulgor de la ceniza sobrecoge que calce zapatillas de torear. Hoy, el callejón que comunica la calle de la Pinilla con el acceso al propio coso recuerda a este desafortunado torero.
En sus 151 años de historia, el coso del Carmen no tuvo que lamentar ninguna muerte en su decagonal ruedo, excepto la ya mencionada del torero vasco y la del picador Lorenzo Conde El Árabe, riosecano y zapatero de profesión, al que su caballo el día de San Juan de 1862 aplastó durante una corrida de toros. No obstante, ninguno de los dos fallecimientos se produjo en la propia plaza de toros, sino en sendos hospitales. El periódico El Liberal Navarro recoge la siguiente crónica del suceso: “un colega publica los siguientes detalles de la muerte en Rioseco del picador el Árabe. Cayó debajo del caballo en una embestida del tercer toro, y la perilla de la montura le entró materialmente en el cuerpo a impulso de la fuerza que sobre ella hizo el cuerpo del caballo. Lorenzo Conde se levantó y trató de montar de nuevo, pero instantáneamente, y cogiéndose a uno de los asistencias, dijo: -¡Dios mío, sostenedme!…¡No puedo… me caigo! Fue llevado a la enfermería y luego en una camilla al Hospital, falleciendo en el camino».
Han pasado muchos años ya y en el negro currículum de la plaza riosecana no luce ningún nombre más, al menos constatado. Pero nunca se sabe porque la tragedia y la muerte son también parte de la Fiesta.