Dicen que la cara es el espejo del alma. En el caso de Teresa Gil, nuestra querida Tere, el espejo de su alma eran los alegres colores de sus bellos cuadros. El pasado sábado, Tere nos dejaba a los 91 años de vida.
Fue en el año 2005, cuando Tere Gil participó en el concurso de pintura rápida. A sus 78 años, sentada en la calle de los Cueros, pintaba las dos hileras de casa de la calle con la hermosa imagen de la torre de Santa María sobresaliendo, imponente, al final, por encima de la calle de Los Lienzos. Con una gran sonrisa, me dijo que la pintura era parte de su vida, que era algo que llevaba dentro, que pintar era una necesidad, que con cada lienzo encontraba la felicidad. Para cada vecino que se acercaba, la veterana pintora tenía una sonrisa, unas palabras amables, como si pintar no fuera más que una excusa para estar con los demás, para su vocación de contagiar alegría. Y es que Tere es de esas personas que han venido a esta vida con la misión de hacernos más llevadero el día a día. Siempre tenía una sonrisa en la cara.
Junto a su familia, su marido y sus hijos, la pintura fue la gran pasión de su vida. No hace mucho, su hijo Jesús me contaba, con gran alegría, que su madre, con 90 años, había vuelto a pintar, que ella misma había pedido el caballete, el lienzo, los pinceles y la paleta de colores. Es seguro que necesitaba asomarse de nuevo a esa ventana de luces, colores y formas en la que tantas veces fue feliz, quizás sabiendo que ya el tiempo se le iba estrechando. Jesús, que ha heredado su ilusión y buen hacer en el pintar, supo capturar a la perfección su carácter en un bello cuadro que acompaña estas líneas. Sentada en un sillón mira al espectador con una gran sonrisa. Sus ojos desprenden un brillo de simpatía, entendida como sensibilidad hacia los demás. Parece que en cualquier momento va a empezar a hablar de cualquier tema, del que uno menos espera. Porque para eso Tere tenía también gran originalidad. Jesús y todos sus hermanos han heredero esas ganas de ser cercanos, de ser amables.
La tarde del domingo, al subir a la casa de mis padres, he visto el cuadro que Tere pintó para mi madre de la ermita de la Anunciada de Urueña, como excelente recuerdo de la localidad que la vio nacer. Observando el lienzo, la perfección de lo representado con acertadas pinceladas, he sabido que Tere no se ha ido, que siempre estará con nosotros en cada una de las pinceladas de alegría que nos regaló con sus cuadros.
A todos sus hijos, a sus hermanas Celia y Cuqui, a sus nietos, a su bisnieta y al resto de familiares, nuestro más sentido pésame. Este jueves tendrá el cardenal Carlos Amigo oficiará la misa funeral, a las 18.00 horas, en la iglesia de santa María.