Una excelente muestra de cine negro, dura, cortante, brutal e ideológicamente progresista, donde se denuncia la corrupción política que se vale del gansterismo, eliminando a los cargos de los sindicatos de los trabajadores legalmente elegidos, para colocar sin impedimentos la prostitución o el juego ilegal en diversos locales o servirse de la trata de blancas en países extranjeros para enriquecerse.
La película comienza con un marcado tono documental, distanciándose del punto de vista del espectador y dar así mayor veracidad a la trama fílmica, para poco a poco abandonar este matiz y acercarse más a la sentimentalidad de esos espectadores a través de los personajes del fiscal con poderes policiales y de la novia de un condenado inocente. Del carácter documentalista de los primeros veinte minutos se nos traslada hacia la intimidad de dos seres que buscan la verdad que los poderosos pretenden ocultar.
La historia recrea esa investigación por parte de un honrado fiscal –muy bien interpretado por Brian Keith–, ayudado por una mujer y por un policía, entre los ambientes urbanos nocturnos y amenazados por los métodos brutales de los que se sirven asesinos sin escrúpulos dirigidos por el político –los políticos o el mismo Sistema– corrupto.
El ritmo del film no deja dudas de que el director, Sidney Salkow, domina a la perfección los recursos narrativos y en menos de 75 minutos, sin desfallecer, la tensión va creciendo hasta desembocar en el clímax de la precisa y plena de tensión secuencia en un aeropuerto.
Y, formalmente, la cinta –serie B– es en mi opinión una acabada síntesis de los estilos de algunos de los thrillers magistrales de Jules Dassin (utilización del registro documentalista), Phil Karlson (uso de la violencia y de la crítica social) y Raoul Walsh (manejo admirable de la emoción y de la firmeza narrativa).
Estamos, pues, ante un meritorio y sincero ejemplo de cine negro americano en su faceta más policial y de denuncia política. A descubrir.
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=gxUxf5c1N-E[/youtube]