El pintor burgalés José Vela Zanetti, en su tradición muralista, concibe la escena de la Última Cena a su imagen y semejanza. Una estancia sencilla, de arquitectura tradicional, es el escenario en el que se desarrolla la cena. La habitación se abre y respira mediante un vano de una ventana obstruida por clavos de agudo perfil, un martillo y un farol, instrumentos anticipados de la pasión.
Los comensales en lugar de pescadores de galilea bien pudieran ser segadores de la Tierra de Campos o mineros de la Cordillera Cantábrica, que tantas veces pintó el gran Vela Zanetti. Los tipos representados se dibujan de formas recias, rudas, rostros rotundos y serios. Incluso el propio autor se incluye en la escena, representado en la canosa figura de San Pedro. La sola presencia de Cristo, desplazado del eje geométrico, parece ser portadora de una arrolladora fuerza de atracción, que se logra imponer sobre el resto de personajes.
El instante legido representa la Institución de la eucaristía. Sobre un pequeño paño blanco, que recuerda el hatillo del jornalero, destaca la hogaza de pan, típica de la Meseta, monumentalizada junto al vino también en otros trabajos del autor.
Vela Zanetti no representa en sus obras la presencia de pueblo alguno, sino del hombre, narrando historias de hombres y para hombres. Ciertamente, en el lienzo de San Juan el Real nos legó la historia del Hombre para el hombre, redimido por la efusión de la sangre del primero en el Calvario y alimentado por la Fracción del pan en el “hoy” de cada día.
Última Cena. José Vela Zanetti.
1973. Óleo sobre lienzo. 225 x 400 cm.
Iglesia Parroquial de San Juan el Real. Oviedo (Asturias)