Cuando me la contaron, allá por el verano del 2010, me pareció una idea magnífica. Una plataforma que iba a recoger las noticias más cercanas en unos tiempos en los que la globalización y la deslocalización de los medios de comunicación tradicionales hacen que, a pesar del bombardeo de información que recibimos desde frentes muy variados, se eche mucho en falta aquella que nos atañe más directamente, aunque solo sea por la vecindad. Además, conociendo de sobra, por haber compartido codo a codo con ellos otros proyectos, a los dos aventureros que emprendían el viaje y la meticulosidad de ambos en sus facetas, como informático uno y como periodista el otro, no me cabía la más mínima duda sobre el éxito de la empresa.
Como tampoco dudé ni un instante cuando me invitaron a participar de alguna manera en la misma. Y propuse una idea que ya venía bullendo tiempo atrás en mi mente y a la que aún no había sabido dar salida: recuperar esas viejas historias del Rioseco antiguo que, a los que ya vamos teniendo años, nos contaban al calor de la lumbre en las noches de invierno o al fresco, sentados en el bordillo de un portal, en las de verano y que, a falta de ese boca a boca, tenía la sensación de que podían perderse. Así nació Leyendas y curiosidades a la que se uniría, además, La voz del ayer, secciones en las que Teresa Casquete ponía el rigor histórico de las que, en petit comité, llamábamos “las batallitas del abuelo Cebolleta” y que, creo, han servido para que muchos riosecanos sepan realmente de dónde venimos y lo que fuimos en otros tiempos.
Además de colaborar en esas secciones, tal vez con menos asiduidad de la deseada por diversos motivos, durante estos ocho últimos años y entre otras cosas, me cupo también el honor, por mi lugar de residencia, de ejercer como corresponsal de La Voz en algunos actos relacionados con nuestra ciudad en la capital de la provincia. Y luego vino El Pardal informativo cofrade; pero ese programa, para mi uno de los mayores logros de La Voz, merecería un capítulo aparte que podría alargar estas líneas en demasía, además de ser una página que me niego a pensar que esté definitivamente escrita en su totalidad.
Tengo que dar las gracias a La Voz por muchas cosas. ¡Lo que he podido aprender de mi localidad natal mientras investigaba para algunos artículos! ¡La cantidad de cosas que se me escapaban! Tengo que dar gracias a La Voz porque gracias a ella he encontrado a muchos riosecanos con los que no había tenido trato. Porque he podido conocer mejor a algunas personas que ahora puedo decir que son mis amigos. Y porque he afianzado la amistad que ya podía tener con otras. Cito a algunos: Fernando, Raúl, Teresa, Virginia, Ramón, Miguel… (perdón, pero seguro que alguien se me queda en el tintero).
Tengo que dar gracias a La Voz. Bueno de esto no tengo que dar gracias a La Voz, porque mi relación con José Ángel y David va mucho, muchísimo, más allá de La Voz. Más allá de la Hermandad que compartimos, más allá, me atrevo a decir, de los lazos de sangre que me unen a uno de ellos. Por eso les doy las gracias, porque he podido vivir estos ocho años muy cerca de ellos y espero seguir viviendo muy de cerca en el futuro ese otro proyecto empresarial, hijo de La Voz, que se llama Dualia y desde el que, estoy seguro, el estupendo equipo humano del que han sabido rodearse va continuar trabajando por y para Medina de Rioseco.
Parece que ha llegado la hora de las alabanzas a La Voz, no hay que olvidar que somos españoles y esto de los obituarios y los homenajes póstumos se nos da de mimo. Alabanzas y agradecimientos que, no hay que olvidarse de ello, también se recibieron en vida del hoy “difunto” por parte de mucha buena gente. Pero también quiero recordar como La Voz fue capaz, en algunas ocasiones, de sacar lo peor de algunas personas. No sé si por envidia (no olvidemos que es el deporte nacional), por rencor, por supuestas diferencias de ideologías o por una sospecha de falta de objetividad que, doy fe, jamás ha existido. Por lo que fuera, ya da igual, hubo momentos de ataques y presiones, que en algún momento fueron furibundos e incluso llevados al terreno personal. En fin, nada que no se esperase. Pero ya sabemos que aquellos que dicen “ya están aquí los mismos meticones de siempre” son los primeros que los echan de menos cuando los “meticones” se apartan a un lado. Es la esencia del ser humano, no queda otra.
Y después del pequeño varapalo un párrafo jocoso. Al igual que el señor Fradejas, el resto de colaboradores también esperamos nuestra liquidación. Y los incrementos salariales de estos ocho años. ¡Ah, esperad, que la subida del IPC multiplicada por cero sigue siendo cero! Sí, cero patatero. Porque, por si alguien lo duda, todo esto ha sido de forma altruista y los escasos ingresos muchas veces no han cubierto ni los gastos. Y lo dice uno que se dedica a esto de los números, que a veces tiene la osadía de meterse a juntar letras y que, al final, ha convertido el párrafo jocoso en otra puyita.
Acabo. La noticia de la desaparición de La Voz ya se venía rumiando hace algunos meses, pero la confirmación de la misma me la dieron, tras una Semana Santa harto complicada, el Domingo de Resurrección. No creo que tenga algo que ver, pero por eso me queda la esperanza de la resurrección algún día de la Voz de Rioseco. Aunque lo dudo mucho.
Claro que hay una cosa en la que ni José Ángel ni David han debido de pensar: ahora ¿cómo nos vamos a enterar de las cosas de nuestro pueblo los que estamos fuera, aunque no sea muy lejos?
Hasta siempre a todos.