Las hay de madera, de hierro, de cemento o de piedra; unas tienen los peldaños anchos y bajos, en otras son estrechos y altos, o al revés; algunas tienen descansillo, mientras que otras los evitan, quizás en su deseo de llegar antes arriba; las hay con barandilla a los lados, en el centro o sin ella. Son las escaleras, esa especie de puentes que unen las orillas de distintas alturas y espacios diferentes. Algo más que una suma de peldaños.
Las escaleras te salen al paso, invitándote, una y otra vez, a subirlas o bajarlas con el regalo de no saber lo que te encontrarás en la otra altura. Entonces en su interior, podrás pararte y mirar hacia atrás para ver los escalones subidos o bajados.
A pesar de estar en la llanura de Tierra de Campos, la situación de Medina de Rioseco sobre un pequeño promontorio, como lo demuestran las cuestas de la calle Mayor o de la Calzada San Miguel, ha provocado que presente un buen número de escaleras en su entramado urbano, sin olvidar las normales de cualquier localidad.
Estas breves líneas quieren ser un pequeño homenaje a las escaleras de nuestra ciudad que, de forma silenciosa, han estado al servicio de los ciudadanos para hacerles más fácil la vida. Incluso, con los tiempos modernos, supieron, en muchos casos, adaptarse al buen sentido de acabar con las barreras arquitectónicas haciendo un hueco en su estructura a cómodas rampas.
En la vida de cada riosecano hay una escalera presente. La de la iglesia de Santa María tras una boda o un bautizo para la foto de rigor, las de la casa parroquial para ver la salida de los pasos grandes en una fría tarde de Viernes Santo o las de Santa Cruz para ver pasar el desfile de peñas de San Juan. Y es que las escaleras, además de su función de unir alturas, también ponen peldaños a la realidad.
Mientras que para los hermanos de La Desnudez, las de Santiago de la puerta meridional, se convierten en las protagonistas del final de la procesión del Jueves Santo, para los del Descendimiento son las de su propio paso las que cada nueva Semana Santa avanzan a duras penas por las calles riosecanas.
Escaleras que existen en muchas casas para subir y bajar, pero también para sentarse en sus peldaños y hacer un alto en el camino para descansar, para meditar, para charlar, para hacer un alto en el camino. Las escaleras son otra metáfora de la vida.