Santa Dymphna, patrona de las enfermedades mentales


Gonzalo Franco Revilla*

St_Dymphna 1El 30 de mayo es la efeméride en el santoral católico de, entre otros santos: San Fernando III, Santa Juana de Arco, San Anastasio de Pavía y Santa Dymphna, Dimphna o Dinfna, virgen y mártir que vivió entre los siglos VII y IX. Patrona de los sonámbulos, epilépticos, de los enfermos de alzheimer, de los enfermos mentales, de los depresivos.

Dymphna era hija única de un rey pagano que habría gobernado durante el siglo VII una parte de la isla de Irlanda. Era el vivo retrato de su atractiva y joven madre que profesaba la religión cristiana. Al morir la reina muy joven el corazón del rey viudo quedó sin consuelo. Sus tristes silencios, su desazón y pena lo llevaron al borde de la locura. Los nobles y los miembros de la corte le sugirieron que considerara la posibilidad para mitigar su pena de volver a contraer matrimonio.

El rey aceptó con la condición de que su nueva esposa fuera exactamente igual a su primera esposa, en virtud y belleza. Sus mensajeros viajaron lejos en busca de la mujer que él deseaba, pero no la encontraron. Luego, uno de ellos tuvo una brillante y perversa idea: ¿Por qué no casarse con su hija, que era el vivo retrato de su madre? El rey, en un primer momento, rechazó la idea con horror, pero luego llevado por su transtorno accedió y se lo comunicó a su hija. Dymphna, consternada, se mantuvo firme y se negó rotundamente a cumplir los designios de su padre. Siguiendo el consejo de San Gerebern, su confesor, huyó del hogar y de la corte para evitar las consecuencias de su rechazo. Un grupo de cuatro personas, en secreto partieron de Irlanda por mar (el Padre Gerebern, Dymphna, el bufón de la corte y su mujer). Al desembarcar en la costa de Bélgica, buscaron un lugar donde vivir.

Ciudad de GheelEn la pequeña aldea de Gheel, se establecieron cerca de un santuario dedicado a San Martín de Tours .Posteriormente, espías de su tierra natal llegaron a la ciudad y pagaron los gastos de la posada con monedas parecidas a las que Dymphna había dado al posadero al alojarse en aquel lugar. Sin saber que se trataba de espías, éste les reveló inocentemente su paradero. El rey avisado por mensajeros llegó a Gheel para el que iba a ser un último y trágico encuentro con su hija. A pesar de su furia interior, logró controlar su ira. Nuevamente, buscó persuadirla con halagos, la complació e hizo entusiastas promesas de dinero y prestigio. Al no conseguir nada con esto, lo intentó con amenazas e insultos, pero esto tampoco conmovió a Dymphna: que prefería morir antes que romper el voto de virginidad que había hecho con la aprobación de su confesor. Furioso, el rey ordenó a sus hombres que mataran al Padre Gerebern y a Dymphna.

Estos mataron al cura, pero no pudieron hacer daño a la joven princesa. El rey se levantó de su silla y, con su propia arma, cortó la cabeza de su hija Dymphna, que apenas había cumplido 15 años de edad. Dice la leyenda que en aquel preciso instante, y ante la barbarie del acto, «algunos locos presentes recobraron la razón». En la ciudad de Gheel, en la región de habla flamenca de Bélgica, se rinde gran honor a Santa Dymphna, cuyo cuerpo se conserva en un relicario de plata en la iglesia que lleva su nombre. Es reconocida como lugar de peregrinación para personas en busca de alivio de aflicciones de tipo nervioso o emocional.

La ciudad está situada en el distrito de Turnhout, provincia de Amberes, región de Flandes. A comienzos de la Edad Moderna se crearon los primeros asilos en toda Europa. Florecieron santuarios religiosos, dedicados al tratamiento humano de personas con enfermedades mentales, el más conocido de estos santuarios fue creado en Gheel. A comienzos del siglo XV, individuos de todo el mundo iban a esa ciudad para curarse psíquicamente. Los residentes locales recibían los peregrinos en sus propias casas y muchos permanecían en ellas, creando la primera «colonia» de pacientes mentales. La colonia fue la precursora de las comunidades terapéuticas actuales. Desde hace 700 años, los vecinos de Gheel, en Bélgica, acogen a enfermos mentales en sus casas.

santa2Hoy, cerca de trescientos pacientes aún mantienen viva esa tradición En Gheel, una ciudad de apenas 35.000 habitantes a escasos 75 kilómetros de Bruselas, tener a un demente en casa es algo habitual… desde hace siete siglos. A partir del siglo XII, y por razones no aclaradas del todo, Geel, en el camino hacia Roma, se convirtió en un lugar de peregrinación para las personas con trastornos mentales. Cuando Dympna fue elevada a los altares, se construyó una hermosa iglesia en honor de la santa, a la que se adosó «una cámara de enfermos». Según el historiador e investigador del CSIC (Centro Superior de investigaciones Científicas) Rafael Huertas García-Alejo, los locos permanecían nueve días antes de someterse al rito de pasar en cuclillas bajo un baldaquino con las reliquias de Santa Dympna, con la esperanza de poner fin a sus sufrimientos y recobrar la cordura. La afluencia de peregrinos y enfermos mentales llegó a ser tan grande que superó la capacidad de acogida de los conventos y los vecinos de Gheel empezaron a hospedarlos en sus casas.

Muchos de ellos acabaron convirtiéndose en pupilos estables. En 1803, el prefecto Pentécoulat «se da cuenta de las enormes ventajas de una ‘colonia’ de ese tipo» y traslada a Gheel a los locos ingresados en los hospicios de Bruselas. Las poblaciones de Malinas, Lier y Tirlemont hacen otro tanto y Gheel se convierte en una suerte de «depósito» de enfermos mentales en manos de los “nourriciers”, los encargados de su cuidado, personas sin formación, que, en ocasiones, los someten a abusos o los emplean como mano de obra barata en las tareas del campo. La colonia conservó su carácter con los años, se prohibieron los atropellos, y pasó a ser objeto de estudio internacional por parte de los especialistas, «convertida en una especie de Meca de los psiquiatras», apunta Huertas.

En los pasados años 30, del siglo XX llegó a haber hasta 4.000 enfermos acogidos en casas particulares. Cuando Adolf Hitler llegó al poder en Alemania e impune sus tesis eugenésicas, asesinando sin piedad a personas con malformaciones físicas o problemas mentales, Gheel se transformó en una especie de refugio y los vecinos, que mantenían evidentes lazos afectivos con sus asilados, actuaron de muro de contención ante los nazis. De hecho, grupos de judíos que huían del Holocausto encontraron también asilo en las mismas casas que cobijaban a los enfermos mentales. «Gheel es un ejemplo único en el mundo occidental. En el resto de Europa, el eje asistencial era el manicomio y, lo común, aislar al paciente con fines de control social y terapéutico», sostiene el historiador Huertas.

Hoy, el llamado tratamiento en familia se organiza a través del Centro Público de Cuidados Psiquiátricos (OPZ), donde trabajan 600 personas. En 2014, apenas 286 pacientes mentales residen en 259 familias de acogida; unas pocas hospedan hasta dos y tres ‘zotjes’ (loquitos), como los llaman de forma cariñosa en el pueblo. En Geel apenas llaman la atención en la calle. Los vecinos están más que acostumbrados. Quien más quien menos ha tenido un “enfermo en la familia”.

Un equipo de enfermeras visita a las familias y a los pacientes dos veces al mes. El OPZ también dispone de un hogar psiquiátrico de 60 camas y del proyecto Beschut Wonen (Habitación Protegida) para pacientes que, pese a relacionarse de forma limitada, pueden vivir de modo autónomo. Como paso previo a su inserción familiar, los enfermos mentales aprenden a ser autónomos, a vestirse, a conocer el valor del dinero y a realizar algunas tareas domésticas. En el programa no pueden participar pacientes con tendencias suicidas o de marcada agresividad. Según datos oficiales, un 38% de los acogidos padece problemas de comportamiento (por lo general combinados con dificultades de aprendizaje), episodios psicóticos (33%), trastornos de la personalidad (14%), cambios de humor (9%) y déficits cognitivos (ex alcohólicos, autistas…). Gheel no es una panacea porque la enfermedad mental grave no remite con una simple palmada en el hombro», sostiene Miguel Gutiérrez, catedrático de Psiquiatría en la EHU y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.

«Si hablamos de trastornos de personalidad, estas comunidades ofrecen a los pacientes el modo de reaprender, de interaccionar, de relacionarse con los demás de una forma adecuada». En Gheel, dicen sus responsables, no hay necesidad de demostrar nada. Las familias ofrecen «normalidad». Proporcionan modelos a seguir. Y, claro, no tratan a los pacientes como enfermos, sino como simples huéspedes, como invitados que, con el tiempo, pasan a ser casi un miembro más. La estancia media en el programa de cuidado familiar es de 30 años y las familias reciben una cantidad del estado por acoger a los enfermos.

*Gonzalo Franco Revilla es encargado del taller pre-laboral Tierra de Campos para personas con Enfermedad mental grave

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