En este año que acaba de empezar se va a conmemorar el quinto centenario del nacimiento de la religiosa Santa Teresa de Jesús, fundadora de las Carmelitas Descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (o Carmelitas), mística y escritora española. Doctora de la Iglesia Católica y junto con San Juan de la Cruz, cumbre de la mística experimental cristiana,y una de las grandes maestras de la vida espiritual en la historia de la Iglesia. Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús o simplemente Teresa de Ávila (Ávila. 28 de marzo de 1515 – Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582).
A pesar de la leyenda que la buena fe de la gente de la ciudad elaboró y que se ha transmitido hasta nuestros días (de lo que da muestra la placa colocada en la fachada de la entrada del convento) que hace referencia a que la Santa, de paso por Rioseco a la fundación de Palencia, afirmó: “Qué bien estaría en este lugar un monasterio de Nuestra Señora”, hay que decir, y esta es una verdad histórica, que Santa Teresa no estuvo en Medina de Rioseco, y las dos veces que fue a Palencia, 28 de diciembre de 1580 y mediados de enero de 1582, el camino desde Valladolid lo hizo a través de Cabezón de Pisuerga, Trigueros del Valle y Dueñas, y así aparece reflejado en las cartas de la Santa y en diversos libros.
Dentro de las muchas fundaciones de conventos a lo largo de toda la geografía española, vamos a realizar una aproximación histórica al convento de San José de nuestra ciudad, la vigésima primera fundación de las Carmelitas Descalzas, realizado veinte años después de la muerte de la madre Teresa.
El edificio donde se sitúa es barroco de comienzos del siglo XVII, construido en piedra y ladrillo de una sola nave, puerta adintelada con hornacina donde se encuentra una escultura de San José con el niño, flanqueado por dos escudos de armas. Fachada de típica disposición carmelitana de rectángulo rematado con frontón triangular y decoración de bolas sobre pirámides. En el interior destaca el retablo mayor barroco del siglo XVII con escultura de la Virgen del Carmen obra de Gregorio Fernández. El convento de San José de Carmelitas Descalzas fue fundado en Medina de Rioseco el 2 de marzo de 1603, gracias a la generosidad de una mujer llamada María de la Fuente o también María Rica, natural de Ventosa de la Cuesta (Valladolid).
Las monjas se establecieron “en las casas de Luis Gamboa, en la plaza del matadero, mirando a la fortaleza y cerca del camino hondo que va a los molinos de viento”. Después de una inicial disconformidad del Concejo del municipio cedió ante la provisión real para su creación, declarando “útil y provechoso y muy necesario a esta villa se haga y efectúe en ella la dicha fundación”. Por las circunstancias de estrechez e insalubridad de la vivienda donde se había establecido el convento se adquirieron terrenos para construir el “edificio de iglesia y casa que se acordó se haga”.
El 31 de marzo de 1606, Juan del Valle, maestro de obras concierta con el Provincial de la Orden Fray Sebastián de Jesús, la fábrica en “el sitio que tiene comprado para ello extramuros desta villa a la calle que llaman del Matadero”. Se seguirían las trazas y planos “del religioso que trazo la obra”, que en el concierto con Juan del Valle aparecen firmadas por el Provincial. Dicho religioso se ha identificado con Fray Alberto de la Madre de Dios, fraile de la Orden, discípulo de Francisco de la Mora y autor de la traza y construcción de la iglesia del real monasterio de la Encarnación, de Madrid.
La ausencia de sus escudos en la capilla mayor contribuyó a que pasase desapercibida su fundación por la dama antes apuntada, atribuyéndosela a Dª Vicoria Colonna, que posteriormente colocó sus escudos sobre la fachada de la iglesia del convento. El erudito e investigador riosecano D. Esteban García Chico fue una de las primeras personas que manejó la documentación de la fundación del convento, principalmente las Actas del Ayuntamiento y los protocolos notariales de Medina de Rioseco, además de algunos documentos existentes en el Archivo del Convento de San José, pero se sirvió principalmente, como él mismo señala, de una historia titulada Crónica de los Carmelitas Descalzos, escrita en 1678 por un carmelita llamado fray José de Santa Teresa, que adolece de algunas inexactitudes.
No deja de reseñar García Chico que lo que cuenta este fraile, no coincide con lo que lee en las Actas del Ayuntamiento: “El nombre de Doña Victoria Colonna, ni incidentalmente surge en el acta de la sesión municipal donde toman el acuerdo de recibir la fundación”. Doña Victoria Colonna fue la mujer de don Luís III Enríquez de Cabrera y Mendoza, Almirante de Castilla, viuda con posterioridad suya que entre 1600 y 1617 estuvo al frente de la Casa de los Almirantes, como tutora y administradora de los estados de la Casa de los Almirantes hasta la mayoría de edad de su hijo Juan Alfonso, y solicitó por entonces tomar el patronazgo del convento, condición que de hecho ejerció aunque no se hiciera efectiva hasta el 9 de mayo de 1620, cuando las monjas acepten el patronazgo de esta ilustre Señora, entregándole la propiedad de la capilla mayor, con derecho de enterramiento.
Esta fundación estuvo bajo el patronazgo de los Enríquez, hasta que, en 1702, Don Juan Tomás Enríquez de Cabrera, último Almirante de Castilla, sufre la confiscación de todos sus bienes, pasando el convento a ser de patronazgo real. En la descripción que da García Chico sobre la fundación de este convento, sacada de la Tercera parte de la crónica de fray José de Santa Teresa, Reforma de los descalzos de nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia hecha por Santa Teresa de Jesús… de 1683, hay un error en los nombres de las primeras monjas, y otro en asignar a la superiora Madre Mariana del Espíritu Santo el pensar en Medina de Rioseco, como lugar para una nueva fundación de monjas carmelitas.
Así lo recogió en el primer artículo que escribió sobre el convento de San José: “Dio los primeros pasos en ella (la fundación) la Madre Mariana del Espíritu Santo que pasando de Salamanca a ser Priora de Palencia, gano en el camino a Doña Petronila de Neira, doncella virtuosa y principal y ella ofreció cuatro mil ducados de dote, comenzó la Madre María a pensar era buen principio para que en Rioseco se fundase convento de descalzas. Comunicó su pensamiento a los prelados, sabiendo que María de la Visitación recién profesa en Salamanca, había dejado a su voluntad seis mil ducados para que se hiciese una nueva fundación y que en Medina de Rioseco sería admitida, dieron licencia con gusto”.
Esta María de la Visitación, no era tal, sino María de la Purificación, como después se recoge al nombrar a las nueve monjas que fueron las primeras en vivir en Medina de Rioseco. María de la Purificación fue el nombre que tomó al ingresar en el Carmelo doña María de la Fuente, también llamada María Rica, natural de Ventosa de la Cuesta. En esos años, el apellido lo ponen en femenino si la que lo lleva es una mujer.
Dado que se intentaba bautizar a los niños a las 24 horas de nacer, o al menos, dentro de los primeros días, hay que pensar que doña Francisca nació en los primeros días de enero de 1556. Como era bastante habitual, en esos años aún, el apellido de la madre, solía heredarse antes que el del padre. Y por lo que se deduce del memorial de bienes de donación a la Orden carmelitana la fortuna de esta familia era grande. Francisca de la Fuente se casó con Melchor de Monroy el 9 de febrero de 1578, recién cumplidos los veintidós años. Todo indica que fue una boda muy sonada, al unirse dos familias con muchas propiedades.
El marido moriría once años después. Al enviudar doña María, sola y sin compromisos familiares, y teniendo gran cariño y devoción al Carmelo, decidió dejar toda su fortuna para fundar un nuevo convento de la Orden. En el año 1598, doña María ya había ingresado en el convento de Carmelitas descalzas de Salamanca, y para su ingreso especificó una serie de condiciones que se recogen en la escritura que hace ante el notario Francisco de Çamora, que acepta fray Tomás de Jesús, fraile profeso de la Orden de Descalzos Carmelitas de Nuestra Señora del Monte Carmelo, provincial de la Orden en la Provincia de Castilla la Vieja, bajo la advocación de San Elías, siendo 14 de agosto de 1598.
Exigió Doña María, antes de profesar, que el convento que se debía fundar, estuviese bajo el patrocinio de San José y que, realizada la nueva fundación, se la trasladase a ella. Asimismo, que después de su muerte, se la enterrase con su marido y padres, en medio de la capilla mayor de la iglesia de ese convento, sin que se permitiera jamás a nadie, por ningún motivo, enterrarse allí; aunque solo sus armas deberían figurar en la lápida de su tumba. También pide que el convento que se funde esté bajo la advocación de San José, y que se la traslade a ella, a éste nuevo convento cuando se abra. Y al fin, accede a no poner sus armas o escudos en la capilla mayor o en otras partes del convento, sino sólo se pondrían, con un letrero, en la lápida de su tumba.
Todas sus peticiones se le conceden. La solicitud de la fundación del nuevo convento tiene en la localidad de Tordesillas su punto de mira, pero fue rechazada por el Consejo Real que estimó que ya había bastantes en esa localidad y dispusieron se hiciese en Medina de Rioseco. La donación hecha por doña María de la Fuente era el total de todas sus posesiones y bienes, especificados en un memorial.
Este incluye un total de 14 censos, es decir, rentas de dineros anuales, más el cobro de dos deudas, en las cuales, en una le deben dos mil ducados y en la otra, 40.000 maravedíes; también la donación de sus heredades o tierras, un total de 60, situadas entre Ventosa, Matapozuelos, Valdestillas y Alaejos. Todas ellas de su propiedad, sin carga alguna, más dos casas, con sus posesiones, una en Alaejos, procedente, seguramente, de su marido, y la suya propia en Ventosa. Pocos años después, en julio de 1610, tras pedir licencia, el convento decide la venta de trece de los censos de los bienes recibidos de doña María de la Fuente, entonces monja profesa en Medina de Rioseco.
Esta decisión se tomó con la aprobación y triple consulta por parte de la Priora, en ese momento, Catalina de Jesús María. La colocación posterior de los escudos de doña Victoria de Colonna, viuda de don Luis Enríquez, Almirante de Castilla, en la fachada de la iglesia del convento, ha podido hacer pensar en algún momento, erróneamente, en ella como la fundadora.
El convento de San José: un final tan incierto como azaroso
La estancia de las Carmelitas Descalzas en nuestra ciudad tiene su final hasta el 2 de junio del año 2005 en que abandonan el convento, de un modo cuanto menos “precipitado”, por motivos según manifestación propia “de insalubridad y falta de condiciones de habitabilidad”, del edificio para trasladarse a Valladolid al paseo de los Filipinos al convento de las Madres Reparadoras después de hacerse con su compra y con la intención, a día de hoy infructuosa, de vender el de su propiedad de Rioseco. Su marcha trae consigo también la mudanza de bienes y enseres, muchos de gran valor artístico y sentimental, pues estaban unidos a dotes, herencias y cesiones vinculadas con la localidad y la posterior cesión al municipio, mediante arduas negociaciones con las autoridades municipales y eclesiásticas, el 18 de marzo del año 2006 de 147 obras de arte pertenecientes al convento por un periodo de 75 años que pasarán desde ese momento a estar custodiadas por el museo de San Francisco de nuestra ciudad.De imágenes de Santa Teresa, algunos cuadros siguen decorando la iglesia del convento, alguna escultura también sigue también entre nosotros, la que se conserva en la Iglesia de Santa Cruz, y es de reseñar en una ciudad donde abundan las cofradías, la que devociona a la Santa de Ávila el día 15 de Octubre. También una frase suya colocada en la entrada de la Capilla de los Benavente de la iglesia de Santa María de Mediavilla nos recuerda su presencia. En el presente, el convento, la iglesia, el jardín, la casa de la demandadera y la huerta son víctimas del abandono. La iglesia se abre unos días al año, en Julio, con la celebración de la novena a la Virgen del Carmen y las tapias y paredes cubriéndose de hiedra que asoma su cada vez más desmesurada presencia al exterior. No sabemos que hubiera opinado la Santa al ver su convento vacío de monjas y enseres. Pero seguro que no hubiera sido de su parecer, ella que tanto luchó por la reforma del Carmelo y por las fundaciones y la puesta en marcha de los conventos.